Un libro que nos invita a redescubrir los cuentos de hadas de la mano de uno de los psiquiatras y psicólogos infantiles más influyentes del siglo XX.
El doctor Bettelheim nos enseñó en este libro maravilloso que los cuentos de hadas son una fuente inagotable de placer estético y tienen una gran influencia en la educación de los niños.
Este libro hace un recorrido buscando, a través de diversos vericuetos, el concepto de transgresión. Los contenidos pueden parecer trampas y desde luego este libro ofrecerá una dificultad para los que esperen respuestas claras. Hay un tipo de lector, de persona, que prefiere la seguridad y las respuestas comúnmente aceptadas a la búsqueda personal, a la exploración en la selva de lo desconocido de la vida. El explorador se encontrará a menudo perdido, envuelto en digresiones que parecen apartarle del camino de la meta prometida. Esa meta, te prometo, existe. El que crea se recrea y se re-crea. El que consume se consume. Pablo Poblacíon Knappe Pocos textos abren tantas puertas hacia el crecimiento interior, inevitable y comprometidamente imbricado en el crecimiento de la sociedad. Pocos autores y maestros nos facilitan tanto atrevernos a transgredir, a ser libres y creativos. Pocos maestros nos alientan tanto a contribuir a la renovación de la sociedad desde una transgresión constructiva, puesta al servicio de los valores más sublimes del ser humano.
Podemos acercarnos a los campos de concentración nazis a través de las memorias de los supervivientes y de los estudios históricos. Menos explorada es la vertiente de los aspectos sociales y psicológicos de la realidad de los Lager.
Este libro pretende, con afán divulgativo, acercarnos a ese terrible mundo: saber cuáles eran los roles de sus actores (SS y prisioneros) y valorar las interacciones entre ellos, así como desgranar los efectos psicológicos y psicosomáticos que padecieron los deportados.
Psicología del mal rastrea los espacios más oscuros del alma humana y la relación asimétrica que se da entre verdugos y víctimas, en las que estas últimas no tienen más remedio que aceptar, si es que quieren sobrevivir, los códigos impuestos desde la brutalidad y la barbarie en el proceso de animalización al que son sometidos.