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POR UN ATEISMO TECNOLOGICO

En la gran tradición intelectual de disidencia ante la civilización industrial presente en Estados Unidos con autores como H. D. Thoreau, Lewis Mumford, Rachel Carson, Carolyn Merchant, Theodore Roszak o Nicholas Carr, sobresale la figura de Neil Postman (1931-2003), uno de los mayores críticos culturales de la tecnología del siglo veinte. Nacido en Nueva York, este profesor, pedagogo y teórico de los medios y la comunicación se hizo célebre con sus libros Divertirse hasta morir (1986), donde mostraba cómo la televisión reducía la política, la historia y el periodismo a mero entretenimiento, llevando a una calamitosa trivialización del discurso público; y con Tecnópolis. La rendición de la cultura a la tecnología (1992), publicado por El Salmón, denuncia del monopolio de la tecnología que coloniza nuestra existencia. Desde los años 80, Postman impartió innumerables conferencias para exponer sus críticas hacia la televisión y las nuevas tecnologías. Por un ateísmo tecnológico. La cultura frente a la civilización informática, recoge siete de esas charlas que van de 1987 a 2000. Frente al entusiasmo ante los progresos de la comunicación y la informática, la voz de Neil Postman se alzó, casi solitaria, para advertirnos de las graves consecuencias de aceptar sin precaución toda innovación técnica. En una civilización que vuelve sagrados los ordenadores y la televisión, y convierte en fetiche toda innovación, Postman abogaba por armarse de un «ateísmo tecnológico» con el que defender todo lo que mereciera la pena preservar de una cultura y una tradición. Postman falleció en 2003, y no pudo comprobar hasta qué punto se harían realidad sus predicciones sobre los peligros de un mundo entregado al monopolio de la tecnología y al imperio de la distracción y la superficialidad. Resulta aun así asombroso cómo resuenan hoy sus enseñanzas y advertencias plasmadas en estos ensayos. Esperamos que haya lectores que quieran escuchar y hacer propio su llamamiento a que nuestra cultura trate de alzar defensas frente a una civilización entregada al reino informático.
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POR UN PEDAZO DE TIERRA

¿Cuáles son las megalópolis que tienen un mayor papel de interconexión? ¿Qué papel juega la red global de cables de internet en los conflictos mundiales? ¿Qué importancia tiene el control de recursos estratégicos como el litio o las tierras raras? En un tiempo marcado por la sucesión de la crisis de la globalización, la pandemia mundial, la guerra de Ucrania y el recrudecimiento del conflicto palestino-israelí, disciplinas como las relaciones internacionales, la estrategia militar y la política exterior han vuelto a ocupar un lugar preponderante en el debate público. Sin embargo, muchos de estos análisis pecan de un exceso de precipitación y superficialidad.
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POR UN POPULISMO DE IZQUIERDAS

La hegemonía neoliberal que se impuso hasta la crisis financiera de 2008 es mucho más que políticas de austeridad, financierización de la economía a expensas de la economía productiva, gobierno de expertos y brecha cada vez mayor entre élites privilegiadas que toman las decisiones y una sociedad que sólo se despierta cuando ve afectada su capacidad de consumo. Esa hegemonía trajo consigo la posdemocracia, la indiferencia política, la sospecha de que no hay alternativas posibles a los dictados del establishment. O de que cualquier alternativa anti statu quo está marcada con el estigma del extremismo o el populismo. En este ensayo de decidida intervención, suerte de manifiesto político y revisión de su propia obra, Chantal Mouffe advierte cómo la crisis de la hegemonía neoliberal ha abierto un “momento populista”, que equivale al regreso de la política y a la oportunidad de profundizar la democracia. El aumento de las desigualdades genera múltiples resistencias, demandas, luchas, que el consenso pospolítico, ese que pretende estar más allá de los partidos y la disputa ideológica, es incapaz de escuchar. Esas resistencias son transversales y heterogéneas: los trabajadores, los excluidos, los inmigrantes, las clases medias precarizadas, el movimiento de mujeres, la comunidad LGBT. ¿Qué significa esto para la izquierda? La ocasión de articular esas demandas con discurso y creatividad, y sin menospreciarlas, dando respuestas progresistas incluso a los reclamos (por orden, por seguridad) que sólo parece reconocer la derecha. Por un populismo de izquierda no llama a terminar con las instituciones de la democracia representativa, sino a revitalizarlas desde dentro, para que inclinen la balanza a favor de mayor igualdad. Pero para eso hay que trazar una frontera política entre un populismo de derecha que entiende al “pueblo” de manera restrictiva, dejando afuera a quienes “amenacen” la identidad nacional y las claves del consenso, y un populismo de izquierda que apueste a radicalizar la democracia. Esa frontera no implica alimentar un antagonismo vacío sino reinventar, para los ciudadanos, la posibilidad misma de elegir qué sociedad quieren construir.
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