El 14 de abril de 1955, en el lujoso hotel Crillón de Santiago de Chile, la escritora María Carolina Geel disparó varias veces a su amante y lo mató en el acto. Nunca se conocieron los motivos (hubo quienes dijeron que fue por celos; otros, una forma extravagante de conseguir notoriedad). El crimen fue sonado en la época y le valió a Geel tres años de prisión.
De su estancia en la cárcel (y como ha pasado tantas veces en la historia de la literatura, desde Cervantes hasta Sade, Wilde o Genet), Geel extrajo una ocasión perfecta para escribir, gesto ya de por sí transgresor, pues aunaba la escritura del delito y el delito de la escritura. Más allá de la culpa o la expiación, Geel describe y reflexiona sobre el universo carcelario femenino, un mundo infranqueable y oscuro, en una obra adelantada a su tiempo que mezcla la ficción, el testimonio y la autobiografía, y que resultó de lo más rompedora al hablar de crímenes, de la vida en prisión y del deseo entre mujeres. Por ello, este libro ocupa, por derecho propio, un lugar único en la literatura chilena.
Esta obra destaca la relación entre la teoría política de Carl Schmitt y sus análisis de las relaciones internacionales y presenta su valoración por sus contemporáneos y autores actuales.
El automóvil fue uno de los inventos más milagrosos del siglo XX. Prometía libertad, estilo y utilidad. Pero a veces, en lugar de mejorar nuestras vidas, la tecnología simplemente empeora las cosas. Durante el siglo pasado los automóviles llenaron el aire de contaminantes tóxicos y alimentaron el cambio climático. Los automóviles han robado el espacio público y han hecho que nuestras ciudades sean más feas, más sucias, menos útiles y más desiguales. Los coches han causado decenas de millones de muertos y heridos. Nos han hecho perder nuestro tiempo y nuestro dinero. Knowles describe el auge del automóvil y los costos que todos asumimos como resultado de ello, rastrea las fuerzas y decisiones que normalizaron los automóviles y consolidaron nuestra dependencia de ellos y nos muestra las formas en que el uso del automóvil ha impactado en la vida de las personas: desde Nairobi, donde pocas personas poseen un automóvil pero la ciudad todavía está envuelta en smog, hasta Houston, donde la autopista Katy Freeway tiene unos apabullantes veintiséis carriles y hay treinta plazas de aparcamiento para cada residente, terreno suficiente para ocupar París diez veces. Pero también revela otras formas mejores de vivir, analizando ciudades como Ámsterdam, Copenhague, Tokio y Nueva York.