A veces crecemos con inseguridades, temores, dudas y un carácter marcado por el dolor, el miedo y el abandono. Llegamos a la edad adulta vigorosos y con el éxito en nuestras manos, o amargados porque la vida es cruel e injusta. Entonces reflexionamos: lo tenemos todo para ser felices pero algo nos pasa, una nube negra nos persigue, no somos capaces de tomar la mejor decisión, ¿por qué?
Con una cercanía terapéutica amorosa, Anamar Orihuela define esas heridas que nos mortifican y agobian mientras crecemos: Rechazo, Abandono, Humillación, Traición e Injusticia. Explica cómo se manifiestan, en qué etapa de nuestra vida afectan nuestros sentimientos, qué antídotos son efectivos para sanar las heridas y cómo trascender las relaciones padre-niño para aliviar, tener seguridad y vivir en confianza y armonía.
Un libro que despeja el camino para lograr una vida feliz, plena, sin culpas ni complejos. La clave: aliviar el dolor de nuestro niño interior y sanar las heridas que nuestros padres y las circunstancias dejaron en nuestra vida.
Con cada generación, nos hemos ido alejando cada vez más de nuestra capacidad de reconocer la raíz original de nuestro ser y conectar con ella. En el mundo actual, nuestra manera de emplear la atención beneficia a los poderes fácticos, en lugar de a nosotros mismos o al planeta.
Esta obra, fascinante y conmovedora, te ayudará a descubrir tu propósito en la vida, a conectar con tus raíces y antepasados ancestrales y a recordar que todos los seres estamos unidos a un nivel divino. En sus páginas encontrarás el camino de regreso a tu sabiduría espiritual, que no es una sabiduría individual, sino universal, genuina y sagrada. Esta obra se basa en tres conceptos:
- El camino de las siete generaciones: vida consciente.
- El camino del búfalo: consumo consciente.
- El camino de la comunidad: impacto colectivo.
El autor comparte los conocimientos que le han transmitido sus mayores lakotas para ayudarlo a conectar con su propósito en la vida, encontrar su poder personal y descubrir su lugar en esta red interconectada del Espíritu, la Madre Tierra y la humanidad en su conjunto.
Desarrollar sentido de trascendencia es asumir la responsabilidad de nuestra propia existencia, lo cual implica conocernos, aceptarnos y salir de nuestra zona de confort con la finalidad de crecer como persona y contribuir a un mayor; más allá de nuestra individualidad.
José Antonio Fortea, máxima referencia en España como exorcista, sostiene en este trabajo que existen almas errantes, denominadas “presencias”, que en ocasiones poseen a ciertos hombres y mujeres. La hipótesis de que existen almas errantes dejadas para el día del Juicio Final se basa, ante todo, en los testimonios de los exorcismos. Este ensayo no ofrece la prueba definitiva de la existencia de estas almas, sólo indicios para la reflexión. Muchos se preguntan si las almas errantes, pueden entrar o no dentro del esquema magisterial… La opinión del autor es rotunda: hay espacio teológico para la discusión... Sólo hay tres destinos para las almas descarnadas: cielo, purgatorio e infierno. Lo que esta obra defiende es la existencia de una parte del purgatorio que se encuentra “pared con pared” con el infierno. Y no deberemos olvidar que las almas errantes son almas pertenecientes al purgatorio, ni desconocer que el purgatorium es un estado de purificación. Lo que nos lleva a pensar que las almas llamadas errantes -porque vagan por la tierra- o perdidas -porque perdieron su camino hacia la Luz- pueden todavía purificarse. Ambas moradas están próximas, sí, pero sus moradores están en una situación esencialmente diversa.
Solemos pensar que el trauma es aquello que acontece a un porcentaje muy bajo de la población ante situaciones estresantes extremas como un desastre natural, un accidente aéreo o un maltrato físico severo. Sin embargo, hoy en día los expertos consideran el trauma la epidemia invisible de la infancia. Los traumas se pueden desarrollar en cualquier momento de nuestra vida, aunque la infancia es el momento más probable debido a la vulnerabilidad que la caracteriza. Una situación estresante se convertirá en traumática si el adulto impide que el menor exprese las emociones que ha experimentado. Además, frases como «no pasa nada» o «no hay que llorar por esa tontería» pueden hacer que la situación se convierta en traumática.