Tenemos relaciones cada vez más cortas e inestables, nos rendimos ante el primer conflicto, la comunicación se nos hace bola y la vulnerabilidad nos aterra. Pero tener una relación profunda, sana y duradera es una experiencia preciosa que todos merecemos y en la que vale la pena trabajar. Y es posible conseguirla cuando ambos miembros están dispuestos a mirarse al espejo y reconocer a la persona que tienen delante.
Las horas del reloj están marcadas: principio y final, que determinan nuestro nacimiento, vivencias que marcaran el final y los recuerdos que dejamos en los demás, es la forma que nos hará eternos tras la muerte física.
¿Has sentido alguna vez que viajaste al lugar equivocado luego de
haberlo deseado tanto? ¿Son los viajes que más soñamos aquellos que
se cumplen con mayor intriga y turbulencia? Viajes tan anodinos, que
apenas te deslizas por la superficie como un simple turista que flota hacia
las trampas. Viajes tan intensos, que terminas siendo un explorador que
se hunde en intrincadas tramas rocambolescas. Tras cada viaje, una
experiencia de vida inesperada que desafía, a veces, toda lógica. Viajar
solo porque el mundo nos inquieta y sin pedir nada a cambio, aunque
tampoco elegir un nuevo camino parezca ofrecer recompensa alguna. Y
luego está hasta la pandemia, esa que ha impedido los viajes y alterado
nuestra forma de lanzarnos al mundo. Pero dicen que lo importante será
siempre partir, que así se aprende a vivir, que se "hace camino al andar".
Bueno, en fin, viajemos...