La infancia y la adolescencia de Edmondo De Amicis (1846-1908) coincidieron con la cristalización en Italia del poderoso movimiento de unidad nacional -en el cual colaboró activamente como oficial del ejército- que llevaría a la creación del estado italiano moderno. Autor de novelas, de libros de poesía y de viajes, así como de estudios militares y literarios, el escritor genovés debe, sin embargo, su fama universal a “Corazón”, obra publicada en 1886 que obtuvo de inmediato un enorme éxito de público. El elogio del trabajo honrado, la exhortación al patriotismo, el canto a las virtudes cívicas y la defensa de los sentimientos más nobles del ser humano alternan con relatos breves como “De los Apeninos a los Andes” y “El tamborcillo sardo”, que se proponen reforzar mediante historias ejemplares las enseñanzas de pedagogía moral y amor a la nueva Italia dirigidas a los jóvenes escolares.
Emily Dickinson fue una mujer inteligente, rebelde y culta que, en su encierro voluntario en la habitación de su casa en Amherst, construyó una de las obras más sólidas de la literatura universal. Como señala Juan Marqués en la presentación, sus poemas «además de ser escritos, en principio, exclusivamente para la inmensa minoría de sí misma, fueron, a un tiempo, complicadísimos y simples, alegres y tristes, transparentes y enigmáticos. Son poemas que acompañan y ayudan a vivir a quien los lee, que enseñan a observar mejor, que obligan a ser más compasivo». Aunque su obra es muy extensa, hemos preferido editar un libro pequeño, íntimo, dickinsoniano, para lo que ha sido fundamental la visión poética de las ilustraciones de Kike de la Rubia.
Los Diarios (I -18-10-1939 a 31-07-1949- y II -12-08-1956 a 16-06-1958) de José Lezama Lima, junto a Cartas a Eloísa y otra correspondencia, constituyen los fragmentos más íntimos de su escritura. En ambos se aprecian las dos grandes pasiones del habanero universal: la amistad y el insaciable apetito por la cultura, no para acumular sino como apropiación estimulante para sus muchas y laberínticas ideaciones.
Nada le es ajeno: lo inmediato ni lo lejano. Transcurren por las páginas de los Diarios las anotaciones y relumbrones que, más tarde, se transfigurarían en la encarnadura de su obra poética, ensayística y narrativa. Alerta, Lezama anota el aguijón, la semilla, el mimbre que su mano transforma.
María Zambrano supo ver en Lezama la “Araña que rodea a la tierra y teje desde dentro la tela que contiene y envuelve el caos […] araña que extraía de su propia sustancia el hilo inasible, la intangible memoria que reproduce en los aires el laberinto que hace permisible habitar el lugar justo del guardián de los ínferos mirándolos sin desafío con la necesaria fijeza.”