«Yo el Supremo Dictador de la República: ordeno que al acaecer mi muerte mi cadáver sea decapitado...»Así arranca una de las grandes novelas de la literatura en castellano del siglo XX: Yo el Supremo, de Augusto Roa Bastos, Premio Cervantes 1989.La obra es un extraordinario ejercicio de gran profundidad narrativa y un testimonio escalofriante sobre uno de los peores males contemporáneos: la dictadura. El déspota solitario que reina sobre Paraguay es, en la obra de Roa, el argumento para describir a una figura despiadada que es asimismo metáfora de la biografía de América Latina.Yo el Supremo es una perfecta radiografía del poder absoluto, de sus sombras, sus miserias y sus crímenes.
Eurípides es el más inquieto y apasionado de los tres grandes autores trágicos griegos. Seguramente también es el más influyente, gracias a su sensibilidad poética, más cercana a la actual. A diferencia de Esquilo y Sófocles, que le precedieron, Eurípides humaniza y dota de carácter realista al mito, da rienda suelta a los arrebatos poéticos, a la vez que también se muestra muy racionalista. En este contraste contradictorio radica parte de su encanto y de su modernidad.
El segundo tomo de las tragedias completas de Eurípides en la Biblioteca Clásica reúne las obras: Las suplicantes, Heracles, Ion, Las troyanas, Electra e Ifigenia entre los tauros.
En la década de 1880, un geógrafo francés llamado François Élie Roudaire quiso inundar parte del desierto del Sáhara con agua del Mediterráneo, excavando un canal desde el golfo de Gabes hasta un conjunto de lagos salados norteafricanos, con la intención de modificar así el paisaje y crear un microclima propicio al desarrollo de la agricultura.