Londres, 1937. Si hay algo que Rebecca Heyworth odie más que asistir a las fiestas que organizan sus padres es saber que pronto se verá obligada a escoger marido. Ella no quiere a un hombre que la controle, solo quiere pintar y que la dejen vivir a su manera. De momento, tiene que conformarse con asistir a unas clases de arte, pero todo cambia cuando el atractivo Leopold se cruza en su camino.
Leopold Blum, un pintor de origen alemán afincado en París, es miembro destacado del surrealismo y acude a la capital inglesa para exponer su obra. Fascinado por la vitalidad y la pasión de la joven, la invita a acompañarlo a Francia.
Tras romper con su familia y su pasado, Rebecca viajará hasta la ciudad de la luz, donde se codeará con los artistas del momento, vivirá una intensa historia de amor y descubrirá su auténtico talento mientras la sombra de la Segunda Guerra Mundial se cierne sobre el futuro del mundo y amenaza con tomar las riendas de sus destinos.
Icons of history—from Epictetus and Demosthenes to Amelia Earhart and Richard Wright—followed a simple formula to achieve greatness. They were not exceptionally brilliant, lucky, or gifted. Their success in overcoming extreme obstacles was the result of a timeless set of philosophical principles that the greatest men and women have always pursued.
Cuando, un gris día de otoño, Joséphine sale de su pequeño ático en el canal Saint-Martin, en París, encuentra dos cartas en el buzón. Una es de la editorial con la que colabora como traductora, y la otra de un notario desconocido. Y así, en pocos minutos, Joséphine descubre que ha perdido su trabajo, pero también que ha heredado una vivienda, aunque atípica y un poco ruinosa: su querido tío Albert le ha dejado su vieja casa flotante, amarrada en el cercano muelle del puente de la Concordia.
A regañadientes, y a pesar de los buenos recuerdos que guarda de los viajes por el Sena con su excéntrico tío, Joséphine decide venderla. Pero en el barco no solo la espera un misterioso armario cerrado del que aparentemente no hay llave, sino también un atractivo pero gruñón desconocido que afirma ser el legítimo inquilino. Y que, por supuesto, no ve por qué debería mudarse...