Poco antes de morir, el escritor y fabricante de tejidos Joseph Langhorne encuentra la forma de distraer a su hijo enfermo: leerle historias que se representan tras la ventana de su dormitorio, la única con vistas a cualquier parte del mundo. Sin embargo, uno de esos cuentos parece esconder una advertencia, el anuncio de que algún día llegará alguien que lo cambiará todo.
Veinticinco años más tarde, William Langhorne cree que por fin se ha cumplido el presagio de su padre cuando conoce al sastre Barros Scaramuzzelli. Con su aparición, el pueblo de Tonleystone se expone a la apertura de una sastrería y a la irrupción de la alta costura, un reclamo repentino en una sociedad rural cuyas vidas se verán de pronto amenazadas.
Los poetas feroces cuentan lobos para dormir es un homenaje a la poesía y, muy especialmente, a los poetas que mantuvieron desigual debate entre poesía y vida. Con soltura y atrevimiento, huyendo de tópicos habituales, desde ángulos novedosos sabe reflexionar y dar la vuelta a la realidad preconcebida. Su humor y aparente despreocupación están, sin embargo, teñidos de amargura, pues sus poemas no dejan de ser sino una tentativa de lo infinito inalcanzable; la constatación de que, a la postre, la vida es mucho más que la poesía.
Todo el mundo en Athena, Misisipi, conoce a Charlie Harris, el amable bibliotecario dueño de un gato llamado Diesel al que pasea con correa. Ha regresado a su ciudad natal para sumergirse en los libros, pero pronto la vida real lo envuelve en una novela de misterio…
Godfrey Priest, famoso, arrogante y manipulador autor de bestsellers gore y antiguo compañero de clase de Charlie, aparece muerto.
A pesar de los resentimientos Charlie, con la ayuda de Diesel, deciden resolver el misterio de la muerte del desagradable novelista a quien no le faltan enemigos.