Harinas Hartland va a celebrar su primer concurso de repostería en Lake Eden y Hannah, propietaria de The Cookie Jar, es elegida para ser la presidenta del jurado. Además, tendrá ocasión de cocinar en el certamen y presentar su famosa tarta de fresa Swensen. El único que puede amargarle la experiencia es Boyd Watson, el arrogante entrenador de baloncesto del instituto y también jurado. Pero tras la primera jornada del concurso, Boyd aparece muerto, y su mujer, Danielle, es la principal sospechosa. Pese a las advertencias de Mike, el jefe de policía, de no entrometerse, Hannah arrastrará a su hermana Andrea en sus pesquisas para demostrar la inocencia de su amiga y descubrir el pastel.
El Village Blend, la famosa cafetería de Hudson, en Nueva York, va viento en popa y Clare Cosi, su encargada, no puede estar más feliz. No sabe que alguien que acecha en las sombras está siguiendo a algunas de sus clientas y acabando con sus vidas. El teniente Quinn está convencido de que esas muertes aparentemente accidentales no lo son y que el hombre que Clare ha conocido a través de la sesión de citas rápidas de Conexión Capuchino es el culpable. Clare tendrá que pasar por el amargo trago de investigarlo, aun arriesgando su incipiente relación, o tal vez su propia vida.
Una mujer y un hombre se encuentran por casualidad durante su viaje de regreso al país natal del que emigraron hace veinte años. ¿Podrán reemprender una extraña historia de amor, apenas iniciada entonces en su tierra? El caso es que, tras tan larga ausencia, «sus recuerdos no se parecen». Porque «nuestra memoria, la pobre, ¿qué puede hacer? Sólo es capaz de retener del pasado una miserable pequeña parcela sin que nadie sepa por qué precisamente ésa y no otra…». Vivimos sumidos en un inmenso olvido, y no queremos saberlo. Sólo aquellos que, como Ulises, vuelven después de veinte años a su Ítaca natal pueden ver de cerca, atónitos y deslumbrados, a la diosa de la ignorancia.
Proyectar una luz sobre los problemas más serios y a la vez no pronunciar una sola frase seria, estar fascinado por la realidad del mundo contemporáneo y, a la vez, evitar todo realismo, así es La fiesta de la insignificancia. Quien conozca las obras anteriores de Kundera sabe que en él no son en absoluto inesperadas las ganas de incorporar en una novela algo «no serio». En esta novela Kundera ve por fin plenamente cumplido su viejo sueño estético, que puede leerse como un sorprendente resumen de toda su obra. Menudo resumen. Menudo epílogo. Menuda risa inspirada en nuestra época, que es cómica porque ha perdido todo su sentido del humor. ¿Qué más puede decirse? Nada. ¡Lean!
Este libro será tu próximo amor de verano
Varela de Mar es un pueblo pequeño y tranquilo. Doscientos treinta y tres habitantes. Una playa que desaparece cuando sube la marea. Un faro abandonado.
Por eso Alba no lo visita desde hace años. Bueno, por eso y porque allí fue donde aprendió lo que duele el amor, y la herida aún escuece.
Sin embargo, en Varela vive su abuelo, que ha comenzado a olvidar y que la necesita. También están los recuerdos que dejó en sus calles cuando se marchó sin mirar atrás. Y Enol, el chico de las conversaciones raras, la obsesión por las mareas y que parece haber nacido en la época equivocada.
Un regreso inesperado, un faro lleno de secretos y dos historias inacabadas que, quizá, se merecen la oportunidad de un nuevo final.
«Alba, vive el presente. Porque un día será pasado y te atormentará no haberte dado cuenta antes de que todo acaba, incluso lo que creías que era para siempre.»
Un entretenido ensayo sobre el arte de la novela.
Del autor de La insoportable levedad del ser.
Sólo el gran arte de la novela es capaz de desgarrar por un instante el telón de prejuicios y preinterpretaciones con que desciframos no sólo nuestra vida sino la historia entera de la humanidad. El novelista y ensayista Milan Kundera nos invita en El telón a participar en el secreto diálogo que mantienen los grandes nombres de la tradición occidental. Unas obras iluminan a otras, los escritores descubren aspectos inusitados en sus antecesores, que a su vez inspirarán a sus sucesores de muy diversa manera: Rabelais, Cervantes, Diderot, Fielding, Flaubert, Joyce, Kafka, García Márquez... El resultado es una pequeña y particular «pléyade» literaria que Kundera comparte con los lectores y una iluminadora historia personal de la literatura.