Cuando la gente ve fantasmas, siempre se ve primero a sí misma», afirma Stephen King, y pocas reflexiones servirían mejor que esta como moraleja de sus historias: el mundo de la fantasía está poblado por las sombras de la conciencia.
Los relatos de Pesadillas y alucinaciones II son otros tantos retazos de esas sombras, las que enturbian los límites entre el sueño y la vigilia, la realidad y el horror que subyace en lo real.
Tamiki Hara se hallaba en Hiroshima el día 6 de agosto de 1945 a las ocho y quince minutos, momento en que estalló la bomba que impondría una nueva manera de contemplar el mundo. Como él mismo describe en su impactante Flores de verano (obra ganadora del Premio Takitaro Minakami), en ese instante el autor se hallaba en una casa construida por su padre, lo suficientemente lejos del lugar de la explosión, gracias a lo cual pudo sobrevivir. Valiéndose de tres momentos narrativos diferentes, Hara narra el antes, el durante y el después de la tragedia. Con un lenguaje exento de florituras, durísimo, preciso y contundente, pero lleno de una hermosura casi poética, el autor narra cómo afloran a su alrededor la confusión, la destrucción, el horror, y lo mejor y lo peor de la condición humana.
Imaginemos una niña que debe hacer un camino en busca de un padre que bebe sin coartadas. Imaginemos también una madre cuyo embarazo es ensimismamiento y hueco después del alumbramiento. Imaginemos finalmente una mujer que se diluye en una memoria entregada al amor que nunca más volverá. Socorro Venegas es una voz conmovedora, poderosa y bella, precisa. Su libro es una contracción continua para un lector agitado en medio de una infancia desubicada de niños enfermos y ciegos, niños aislados, niños que no son niños. Un vaivén a lo largo de una maternidad negada desde su gestación, de una maternidad que no lo es. Un viaje dentro de una memoria, perdida y lejana, de aquello que una vez fue lo más deseado. Un libro desgarrador, infinito, que nos habla de la música de la soledad, de la risa de la infancia acosada o de la huida de una madre que escapa dejando una cuna durante cualquier noche.
«Encuentra a Jimena. La nada, aquí».
Madrid, 1889. Largas lenguas de fuego desdibujan la solidez arquitectónica del Gran Hotel Inglés. Entre la muchedumbre, el humo, los escombros y el caos, Elvira Pardo Losada detiene la camilla sobre la que los bomberos trasladan a uno de los heridos. Se trata de Leonardo, su gran amigo, cómplice de sus verdaderos impulsos por la escritura. La mujer se acerca asustada para escuchar lo que su amigo le intenta decir. Malherido, acierta a esbozar unas palabras y le encomienda la que puede ser su última voluntad. Contrariada y herida, víctima de una traición doble, decide viajar al pazo de Mariñán, en Galicia, para cumplir su promesa, encontrar a Jimena, y aprovechar la distancia para escribir. Sin embargo, una vez allí, el misterio no será solo dilucidar el paradero de la joven, sino que todos guardan secretos en un lugar donde la nada parece ser la única realidad palpable.
La física Alice Coombs abandona a su novio, el antropólogo Philip Engstrand, porque se ha enamorado de uno de sus experimentos: Ausencia, un agujero de gusano, una puerta a otro universo que tiene personalidad propia puesto que discrimina a la hora de absorber cosas y cuyo rasgo más destacable, el que lo convierte en un amante perfecto, es no ser nada.
¿Qué conduce a Alice a dejarlo todo, fascinada por algo inexistente? ¿Es Ausencia el reflejo de sí misma, un lugar donde inscribir sus deseos y caprichos?
Además, Ausencia no es el único causante de que el mundo de Alice se tambalee. Al agujero de gusano le acompañan una serie de personajes de corte cómico que pueblan el campus universitario, como Evan y Garth, dos ciegos que poseen la habilidad de ver de un modo no convencional; o Cynthia Jalter, analista que intenta seducir a Philip a través de una terapia; o Carmo Braxia, físico italiano con una profunda aversión por el vino americano.
Esta es la historia de su infancia en Brooklyn, un barrio habitado mayoritariamente por negros y en el que comienza a emerger una nueva clase blanca.
Esta es la historia de la América de los años setenta, cuando las decisiones más intrascendentes -qué música escuchar, qué zona ocupar en el autobús escolar, en qué bar desayunar- desataban conflictos raciales y políticos.
Esta es la historia de lo que habría pasado si dos adolescentes obsesionados con superhéroes de cómic hubieran desarrollado poderes similares a los de los personajes de ficción.
Esta es la historia que Jonathan Lethem nació para contar.
Esta es La fortaleza de la soledad.