Dieciséis años atrás, Caroline Crale fue condenada por asesinar a su esposo, el pintor Amyas Crale, cuando éste estaba a punto de abandonarla por una mujer más joven. Tras morir en prisión, Caroline dejó una carta a su hija de cinco años, Carla, reafirmando su inocencia. Ahora Carla sabe que necesita la ayuda del mejor detective del mundo para volver al pasado y hallar al verdadero asesino, honrando así la memoria de su madre.
Hércules Poirot someterá a sus peculiares interrogatorios a cinco sospechosos: a Elsa Greer, la última amante del difunto; a Angela, la hermanastra de Caroline; a la señorita Williams, la institutriz; y a los hermanos Blake, uno de ellos agente de bolsa y el otro aficionado a la botánica. Todos cuentan con una coartada sólida, pero uno de ellos miente. ¿Quién será el asesino?
Una obra fascinante que describe los infiernos y los paraísos del amor y dibuja un rico mosaico histórico sobre la asombrosa aventura de la existencia.
Sabido es que hay amores que matan. Y en Pasiones, Rosa Montero da fe de ello a través de la descripción de dieciocho grandes idilios de todas las épocas. Son historias de pasiones famosas, solitarias o compartidas, de desgracias eternas y felicidades más bien pasajeras.
La autora nos acerca así a las intensas relaciones que vivieron desde Marco Antonio y Cleopatra hasta Juana la Loca y Felipe el Hermoso, desde Eva Duarte y Juan Perón hasta John Lennon y Yoko Ono o como la de Lewis Carroll por la niña Alice Liddell.
En abril de 1657, tras ser encarcelado en varias ocasiones y merecer castigos cada vez más severos por parte del tribunal de la Inquisición, el fraile Diego La Matina pasó de la exasperación a la locura hasta, finalmente, asesinar al inquisidor del reino de Sicilia, Juan López de Cisneros. Sin embargo, el caso del hereje La Matina, envuelto en la oscuridad, distorsionado por la leyenda, nunca llegó a esclarecerse, pues jamás se supo el «pecado» por el que fray Diego fue condenado en sus inicios. Vivamente interesado por este caso, y «porque la Inquisición está lejos de haber dejado de existir en el mundo», Leonardo Sciascia examinó los documentos de la época para averiguar cuál fue la herejía de fray Diego. Tal vez, se plantea Sciascia, fray Diego fue un hombre avanzado a su tiempo, con una visión poco ortodoxa del Evangelio y que murió víctima de los efectos no deseados de la represión del Santo Oficio, que «lograba hacer de un hombre religioso un hombre absolutamente irreligioso, radicalmente ateo».