Annabel, Esther, Tanya y Chloe son buenas amigas, o al menos lo habían sido durante la adolescencia. Si bien sus vidas tomaron rumbos distintos y sus sueños no se han hecho realidad tal y como esperaban, los secretos que comparten, más oscuros de lo que parecen, mantienen vivo su pasado en común. De pronto, un día reciben la inesperada invitación de una antigua compañera del colegio: Poppy Greer. Las invita a festejar su despedida de soltera en una exclusiva isla de las Bahamas, con billetes de avión en primera clase. Es verdad que hace años que ninguna de ellas ha visto a Poppy, pero su perfil de Instagram muestra una vida de éxito y dinero, muy distinta de lo que podía esperarse de quien fue su compañera más frágil y menos atractiva. Además, ¿quién rechazaría unas vacaciones de lujo con todos los gastos pagados en una isla paradisíaca? El viaje y el lugar superan todas las expectativas de las cuatro amigas, aunque la isla resulta estar más aislada de lo que habían imaginado, los móviles no funcionan y no hay más huéspedes que ellas. Poppy no es la única que esconde un secreto y antes de que el fin de semana acabe, ninguna sabrá en quién confiar y se verán obligadas a enfrentarse a un pasado del que no podrán escapar.
Entre todos los héroes salvajes y brutales inventados por el creador de Conan, Robert E. Howard, el rey picto Bran Mak Morn guarda un origen más próximo a la historia. Se debe a la ascendencia escocesa-irlandesa de este autor, discípulo y amigo de Lovecraft, y principal impulsor del género de «espada y brujería». Considerado junto a Tolkien uno de los escritores más influyentes de la fantasía heroica moderna, Howard narra en estas aventuras la encarnizada lucha que, capitaneados por su último rey, sostuvieron los pictos britanos a finales del siglo III de la era cristiana contra las legiones de Roma. Cuenta la épica de una raza que avanza inexorablemente hacia su extinción, mientras intenta detener el rastro de muerte que dejan a su paso las águilas romanas.
Extraña confesión apareció en folletines populares en 1884 y 1885. Es la primera novela larga publicada por Antón Chéjov y la única policíaca que escribió el gran autor ruso. Un editor recibe del autor, un manuscrito donde se narra en primera persona la experiencia de un juez de instrucción que sirvió en su juventud en un remoto distrito ruso. El libro resulta ser una novela inspirada en un crimen pasional ocurrido en esa localidad y en cuyo proceso tuvo protagonismo el referido juez. Mediante el análisis del texto, el editor se da cuenta de que el crimen sigue impune, que la persona que acabó siendo condenada es inocente y que los hechos no ocurrieron tal y como los cuenta el autor del relato.
El pacto del agua sigue a una familia que sufre una aflicción peculiar: en cada generación, al menos una persona muere ahogada, y en Kerala el agua está en todas partes. A principios del siglo XX, una niña de doce años es enviada en barco para contraer matrimonio con un hombre de cuarenta al que no conoce. A partir de entonces, la joven y futura matriarca, conocida como Big Ammachi, será testigo de cambios impensables: una historia llena de alegrías, pruebas de amor y lucha ante las adversidades.
Evocación de una India desaparecida, imbuida de humor y emoción, El pacto del agua es un himno al entendimiento humano y al progreso de la medicina, y un testimonio de las dificultades sufridas por las generaciones pasadas por el bienestar de quienes viven ahora.
Cuando a finales de la década de los sesenta, Josep Ma Martín Saurí y Francisco Pérez Navarro inician su viaje en el complicado y exigente mundo del cómic no pensaron en llegar a buen puerto con este, su más ambicioso proyecto: adaptar La Odisea de Homero, el gran clásico de la literatura universal.
La obra de Krynicki está fuertemente marcada por su activismo político, que hizo que sus poemas estuvieran prohibidos en Polonia entre los años 1976 y 1980. «Piedra, escarcha» es el primero de sus libros que se traduce íntegramente al castellano y una pieza especial en su producción, pues documenta sentido de la distancia inédito en sus trabajos anteriores.Hay en este volumen testimonios de una escucha continua: el autor capta del lenguaje el ruido, los recién llegados, la suciedad y los crujidos. La sensación constante de difuminar la frontera entre el sueño y la vigilia, la vida y la muerte, la mirada al pasado profundo, los diálogos con los muertos.
Sin tierra a la vista es el último poemario que Simic vio publicado en vida, y el primero que se traduce al castellano de manera póstuma. El autor reflexiona con su sagacidad y divertido escepticismo sobre los fantasmas que nos acechan, y repasa los placeres y las pérdidas de toda una vida.
El Simic que habla aquí se siente claramente próximo a la muerte: ya tiene la vista puesta en la otra orilla, en el «barquito» que lo llevará hacia el final (y al que dedica el poema que clausura este libro, cuatro versos breves amparados bajo el título «El viento ha muerto»). Un Simic que nos pide escuchar con atención el pálpito de la Tierra, del corazón mismo, encontrar la belleza y la tragedia en lo inesperado, profundizar en los momentos fugaces de la vida moderna...
Sin tierra a la vista es un testimonio de todo lo que dejamos atrás y, al mismo tiempo, nos subyuga.
Mientras consideraba su mortalidad, Franz Wright encontró una nueva euforia y claridad en la página, entregando para nuestro examen el “yo” defectuoso pero arrodillado en gratitud en el que se había convertido. Desde "Entries of the Cell", el largo poema central que detalla la soledad del alma soltera, hasta breves poemas narrativos en prosa y letras tradicionales, Wright se deleita en el poder compensatorio del lenguaje, observando los faros diurnos que siguen a un coche fúnebre, o el viento, “bendiciendo uno por uno los capullos sin luz del regreso inadvertido del melocotonero doblado hacia atrás”.
Se dice que al visitar África el principal peligro está dentro de uno mismo. El viajero debe asimilar tal cantidad de estímulos, que, si no se toma un descanso, le puede resultar difícil recuperar la tranquilidad. Durante la década del 50, Alan Moorehead realizó cuatro viajes por dicho continente. No hay sitio en el arca es el resultado de todas dichas experiencias, que configuran, en buena medida, un libro de aventuras.
En estas páginas, descubrimos un mundo tan complejo como fascinante. Conocemos, por ejemplo, a los masai, poderosos cazadores que viven de sangre y leche; o a los
turkanas, quienes a pesar de su trato amable y respetuoso, acostumbran a expulsar fuera del pueblo a los enfermos y ancianos, dejándolos morir. Así, cada capítulo se encarga de desmitificar la relación de los habitantes africanos con su entorno. Comprendemos, además, que la mejor manera de acercarnos a este mundo en un auténtico estado salvaje es eliminar el factor humano y observar a los animales interactuando entre ellos mismos y ante la selva.