Un hijo, una madre. Ella, joven todavía, ha enfermado. Intercambiando roles, él la cuida y, a la vez, se despide y la celebra. Todas y cada una de las palabras de este libro resuenan con temblor, intensidad y precisión, delimitando el dolor compartido con respeto amoroso. De hondura lírica y delicada sobriedad: así se revela su escritura. También su silencio.
Andrés Neuman escribió estos poemas en secreto, cuidando de su madre frente a la proximidad de la muerte: la poesía como testimonio y refugio para crear un espacio —una isla de sentido— donde fijar la presencia amada, traduciendo su cuerpo a una música íntima. Aquellos textos permanecieron al fondo de un cajón, garabateados en hojas sueltas y papeles de hospital, sin que su autor se atreviese a releerlos. Quince años más tarde, impulsado por la intuición de que sólo abriendo el manuscrito resultaría posible cerrar el duelo, hoy rescata estos versos que entretejen tristeza y luminosidad.
Perpetuación de la madre mediante la lengua materna, ritual de gratitud, Isla con madre se arroja a nombrar la difícil belleza y la cruda emoción que irradia.
La noche en que sus padres mueren, lo primero que siente Cameron Post es alivio. Alivio porque sus padres ya no se pueden enterar de que, unas horas antes, besó a otra chica.
Ahora, Cameron vive con su tía, una mujer muy conservadora, en un pequeño pueblo de Montana. Todos los días, hace todo cuanto puede para ocultar su sexualidad y se ha vuelto una experta en el arte de esconderse. Pero ¿es posible ocultar los sentimientos cuando empiezas a enamorarte de tu mejor amiga?
Un día, su tía, desesperada por «corregir» a su sobrina, toma una decisión drástica. Y Cameron deberá enfrentarse al coste de ser ella misma, aunque no esté segura exactamente de quién quiere ser.
La (des) enseñanza de Cameron Post es un debut literario brillante e inolvidable sobre descubrirnos a nosotros mismos y sobre buscar el coraje necesario para vivir la vida de acuerdo a nuestras propias reglas.
Tamara Petkévich gozó de una infancia privilegiada en la Petrogrado de los primeros años del régimen soviético, en el seno de una familia afiliada al Partido Comunista Bolchevique.Pero al cumplir diecisiete años su padre fue arrestado durante la Gran Purga, y la familia pasó a ser «enemigos del pueblo». Más tarde, ella y su marido recibirían una sentencia de siete años de trabajos forzados en el gulag. Allí desarrolló distintos oficios: controladora de producción en una fábrica, miembro de una brigada de cantera, enfermera... No obstante, si bien Petkévich se hizo actriz profesional después de su liberación, fue en los escenarios de los campos repartidos en la República de Komi donde aprendió su oficio. El suyo es un relato único que da testimonio del poder del arte para salvar vidas.