Justo antes del amanecer, en una decadente ciudad americana, cientos de parados esperan la apertura de la oficina de empleo para reclamar uno de los mil puestos de trabajo que se han anunciado. Han hecho cola durante toda la noche. De pronto, invisible hasta que lo tienen prácticamente encima, un Mercedes surge de la fría niebla de la madrugada. Su conductor atropella y aplasta a todos los que encuentra a su alcance. Acto seguido, el coche da marcha atrás y vuelve a arremeter contra ellos. El asesino huye dejando atrás ocho muertos y quince heridos. Meses después, Bill Hodges, un policía jubilado que sigue obsesionado con este caso sin resolver, recibe una carta anónima de alguien que se declara culpable de la masacre. Brady Hartsfield vive con su madre alcohólica en la casa donde nació. Disfrutó tanto de aquella sensación de muerte debajo de los neumáticos del Mercedes que ahora quiere recuperarla.
Treinta años después de El nombre de la rosa, Umberto Eco vuelve para mostrarnos que, en la literatura y en la vida, nada es lo que parece y nadie es quien dice ser. Todo tiene que ver con la conveniencia, y así hasta puede acabar triunfando el rufián que desconfía de todos y que siempre se mantiene alerta, aunque no se mueva casi de ese sitio en el que lo vemos al comenzar esta historia verdaderamente extraordinaria. París, marzo de 1897. Las primeras páginas de El cementerio de Praga nos muestran a un hombre de sesenta y siete años que escribe sentado a una mesa, en una habitación abarrotada de muebles: es el capitán Simonini, un piamontés afincado en la capital francesa, que desde muy ¡oven se dedica al noble arte de crear documentos falsos. De pocas palabras, misógino y glotón, el capitán se inspira en los folletines de Dumas y Sue para dar fe de complots inexistentes, fomentar intrigas o difamar a las grandes figuras de la política europea. Caballero sin escrúpulos, Simonini trabaja al servicio del mejor postor: si antes fue el gobierno italiano quien pagó por sus imposturas, luego llegaron los encargos de Francia y Prusia, e incluso Hitler acabará aprovechándose de sus malvados oficios, esos que hacen brillar cada página de esta magnífica novela.
El hombre había desaparecido. El mito no. Músico, mendigo, ladrón, estudiante, mago, trotamundos, héroe y asesino, Kvothe había borrado su rastro. Y ni siquiera ahora que le han encontrado, ni siquiera ahora que las tinieblas invaden los rincones del mundo, está dispuesto a regresar. Pero su historia prosigue, la aventura continúa, y Kvothe seguirá contándola para revelar la verdad tras la leyenda.
«La nueva promesa de la literatura fantástica.» Qué leer
«El 'Iolkien estadounidense.»
JUAN GÓMEZ-JURAOO, ABC
Con un lenguaje de gran fuerza y sencillez. El viejo y el mor narra la historia de un viejo pescador cubano a quien la suerte parece haber abandonado, y del desafío mayúsculo al que se enfrenta: la batalla despiadada y sin tregua con un pez gigantesco en las aguas del golfo. Escrito en 1952, por encargo de la revista Life, este relato lo confirmó como uno de los escritores más significativos del siglo XX, obteniendo el Premio Pulitzer en 1953 y allanando su carrera hacia el Nobel de Literatura, que recibió en 1954.
A partir de entonces, Tarwater vive una íntima batalla entre su fe innata y las voces que le llaman a ser profeta, mientras Rayber trata de llevarle a un mundo más razonable y moderno. Lúcida y tormentosa, radical y sobrecogedora, la obra de Flannery O'Connor constituye una de las aventuras más intensas de la literatura de todos los tiempos.
La carretera, novela galardonada con el premio Pulitzer 2007 y best seller literario del año en Estados Unidos, transcurre en la inmensidad del territorio norteamericano, un paisaje literalmente quemado por lo que parece haber sido un reciente holocausto nuclear.
En un mundo apocalíptico donde llueve ceniza, un hombre y un chico cruzan a pie el territorio norteamericano en dirección al sur. El hambre es mucho más que una preocupación diaria: es la medida de todas las cosas, y las bandas de caníbales asolan el país convertido en un yermo donde solo la barbarie ha echado raíces. El amor de un padre por su hijo es, sin embargo, la única luz de una tierra que ha perdido a sus dioses. Quizá el fuego de la civilización no se haya apagado para siempre.
Adiós, muñeca (1940), considerada por muchos la mejor obra de Raymond Chandier, es su segunda novela. El detective Philip Marlowe emprende la búsqueda apasionada de una cantante pelirroja, se ve envuelto en la escena de un crimen y debe desenredar un turbio asunto de deudas de juego. No tardará en descubrir que una costumbre ha arraigado en Los Ángeles: disparar primero y preguntar después. Esta edición reúne también los tres relatos pulp, publicados en las revistas Black Masky Dime Detective, que Chandier canibalizó para escribir la novela: «El hombre que amaba a los perros» (1936), «Busquen a la chica» (1937) y «El jade del mandarín» (1937).
Transcurre una apacible tarde de verano en Wentworth, Ohio. Como es habitual, en la soleada calle Poplar todo es normal: el chico de los periódicos los reparte en bicicleta, los niños juegan en las aceras, las barbacoas se preparan en los jardines y patios. Lo único extraño es la furgoneta roja que hay aparcada en una esquina. El misterioso vehículo no tardará en ponerse en marcha... y con él se desencadenará una atroz matanza. Cuando la noche caiga, los supervivientes del vecindario se encontrarán e n un mundo pavoroso donde cualquier cosa es posible, en particuIar la macabra posesión de las mentes y de los cuerpos.
«Elena Poniatowska entiende sus crónicas como un radar de voces que no deben perderse.» (Juan Villoro)
Octubre de 1921. Angelina Beloff, pintora rusa exiliada en París, envía una carta tras otra a su amado Diego Rivera, su compañero desde hace diez años, que la ha dejado abandonada y se ha marchado a México sin ella. Angelina, a quien Diego se dirige con el diminutivo de Quiela, fue la primera esposa del muralista mexicano y una excelente pintora, eclipsada por el genio de su marido. Su relación, marcada por la pobreza y por la tiranía de Rivera, fue tormentosa, y la adoración de Quiele, incondicional. Brutal, ególatra, irresistible, Rivera se nos dibuja como un monstruo que hace su voluntad en el arte y el amor. «Ella me dio todo lo que una mujer puede dar a un hombre», diría Rivera. «En cambio, recibió de mí todo el dolor en el corazón y la miseria que un hombre puede causarle a una mujer.»
Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2013, firma en "Querido Diego, te abraza Quiela" uno de los más conmovedores, delicados y brutales testimonios de amor y dependencia jamás escritos. Una nouvelle rescatada por Impedimenta en edición especial.