Founded by the mysterious genius known as the Designer, the archipelago of Prospera lies hidden from the horrors of a deteriorating outside world. In this island paradise, Prospera’s lucky citizens enjoy long, fulfilling lives until the monitors embedded in their forearms, meant to measure their physical health and psychological well-being, fall below 10 percent. Then they retire themselves, embarking on a ferry ride to the island known as the Nursery, where their failing bodies are renewed, their memories are wiped clean, and they are readied to restart life afresh.
Proctor Bennett, of the Department of Social Contracts, has a satisfying career as a ferryman, gently shepherding people through the retirement process—and, when necessary, enforcing it. But all is not well with Proctor. For one thing, he’s been dreaming—which is supposed to be impossible in Prospera. For another, his monitor percentage has begun to drop alarmingly fast. And then comes the day he is summoned to retire his own father, who gives him a disturbing and cryptic message before being wrestled onto the ferry.
It is 1940 and twenty-year-old Charlotte Richmond watches from her attic window as enemy planes fly over London. Still grieving her beloved brother, who never returned from France, she is trying to keep herself out of trouble: holding down a typist job at the Ministry of Information, sharing gin and confidences with her best friend, Elena, and dodging her overbearing father.
On her way to work she often sees the boy who feeds the birds—a source of unexpected joy amid the rubble of the Blitz. But every day brings new scenes of devastation, and after yet another heartbreaking loss Charlotte has an uncanny sense of foreboding. Someone is stalking the darkness, targeting her friends. And now he’s following her.
As grief and suspicion consume her, Charlotte’s nerves become increasingly frayed. She no longer knows whom to trust. She can’t even trust herself . . .
«Además, hay que desconfiar constantemente de la memoria. Al final los recuerdos siempre tienen algo de invento. ¿O no?»
¿Cómo se registran las huellas que deja otra persona a lo largo de una vida? ¿Qué se convierte en recuerdo y qué se desecha? Aquí aparecen veinticuatro momentos, fotos que congelan por un instante la relación entre Vera y Cecilia, que arranca en una plaza de barrio cuando solo tienen tres años. Enmarcadas por los hechos que agitan al país durante varias décadas -la sombra de Malvinas y la dictadura, las crisis económicas, los cambios culturales-, estas escenas hablan de los claroscuros de la amistad. Desde los juegos de la infancia, las complicidades y los celos a las primeras experiencias amorosas, las parejas, los hijos, las pérdidas, las peleas y los reencuentros. Hay un secreto familiar que se persigue. Una madre que silencia. A través de esos instantes detenidos, la autora logra que el lector pueda ver, literalmente, a estas dos mujeres que comparten la vida durante cincuenta años.
Con un notable despliegue de talento y referencias propias de toda una generación, Constanza Gutiérrez retrata un mundo de profundas inconformidades en estos cuentos que son también sátiras agudas e hilarantes sobre el mundo contemporáneo. Los relatos que reúne este libro dan cuenta de un universo en donde el juego de espejos y reflejos del mundo virtual tiene atrapados a sus protagonistas, que deambulan con el mismo entusiasmo entre el K-Pop, Shakira, Juan Gabriel o entre Manuel Rojas, Gógol y Harry Potter. Pelusa Baby es un libro divertido, entrañable y perspicaz a la vez, que consagra a Constanza Gutiérrez como una de las voces más originales y brillantes de la narrativa chilena contemporánea.
Estas novelas "huérfanas" -como mascullaba en sus diarios el autor- fraguan la epopeya conocida como Los Años Setenta con destellos de la materia más cotidiana y perenne: el goce de ser una víctima y llorar lágrimas de cocodrilo; la pasión del cash, nunca tan intensa como cuando el dinero se esfuma en los vértigos de la inflación, el juego o el despilfarro; el pelo como ícono frívolo-político, lacio-burgués o afro-revolucionario, y cierta peluca célebre por participar del secuestro que inauguró la década en cuya órbita legendaria, nos guste o no, seguimos moviéndonos.
Reunidas por primera vez en un solo volumen, Historia del llanto, Historia del pelo e Historia del dinero narran cómo se forma una sensibilidad al calor de un puñado de pasajes decisivos: del colegio privado a la solidaridad socialista; de la novela familiar a la intemperie del mundo social; de la ilusión amorosa al desencanto; del culto de la imagen al duelo; de la ostentación y la opulencia a una bancarrota que es mucho más que financiera.
Lúcido hasta el extravío, Pauls dirige su haz de luz directo a los ojos de quien lee para que en la ceguera aprecie la materia risible de la que se nutre toda experiencia humana. La singular. Y la política.
«Será un testigo. Eso se dice. Atesorará todo lo que pueda ver para recordarlo después. Construirá los recuerdos de su futuro».
Un estudiante llega a una universidad de Colorado, en los Estados Unidos, en busca del sueño americano en su versión académica. La promesa del campus como un santuario en cuyas fronteras se han resuelto los problemas de Occidente -origen, raza, clase- sucumbe ante la realidad nocturna: los alumnos deambulan por los extramuros de la ciudad, a la caza de todo aquello que el día les niega: luz, compañía, ternura, certezas. La mirada del protagonista explora las historias que se enhebran durante una noche interminable: la obsesión por Sudamérica como destino romántico, sexual y político; los amores paralelos y tóxicos; la necesidad de borrar las señas de identidad para crear otras nuevas; la literatura como resguardo; el futuro en la forma de una oscuridad apenas iluminada por algunas estrellas lejanas y ajenas. Animales luminosos es una novela íntima donde se abordan los temas fundamentales de nuestro tiempo, como la migración y el choque cultural. Pero también los pequeños grandes dramas de un grupo de amigos que viven sus dudas con una profunda vitalidad, una en la que el amor se torna refugio y quizá, también, respuesta.