El cierre de Crónicas de la Dragonlance.
La Guerra de la Lanza ya es historia. Las estaciones vienen y se van. Es verano, un verano abrasador como jamás se había visto en Krynn. Afligido por una dolorosa pérdida, el joven mago Palin Majere trata de entrar al Abismo en busca de su tío, el famoso archimalo Raistlin. La Reina Oscura ha encontrado nuevos paladines en los Caballeros de Takhisis, seguidores devotos y leales hasta el fin. Un paladín oscuro, Steel Brightblade, cabalga a lomos de un dragón azul para atacar la Torre del Sumo Sacerdote, la fortaleza que su padre defendiera hasta la muerte.
En una pequeña isla, los misteriosos irdas se apoderan de un antiguo objeto mágico, la Gema Gris, y lo utilizan para garantizar su propia seguridad. Usha, una joven criada por los irdas, llega a Palanthas y dice ser la hija de Raistlin.
Será un verano mortal, quizás el último verano de Ansalon. Llamas ardientes consumen la hierba seca y Caos, padre de los dioses, regresa. El mundo entero puede desaparecer.
Los dos volúmenes de El Ocaso de los Dragones cierran el ciclo iniciado en las Crónicas de la Dragonlance, pero significan también un nuevo comienzo.
Una amenaza malévola se cierne sobre la ciudad de Excelsis. La civilización peligrará en el Reino de las Bestias mientras el pérfido Ortam Vermyre siga vivo. El cazador de brujas Hanniver Toll deberá aventurarse en los mortíferos mares y selvas de la Costa de la Garra para detener a Vermyre antes de que llegue a la legendaria ciudad perdida de Xoantica, pues en sus ruinas abandonadas se halla un objeto de la más negra hechicería capaz de transformar la realidad, el Fragmento de Plata.
¿Podrán Toll y su compañero, un exsoldado de la Guardia Freeguild llamado Armand Callis, capturar a su enemigo a tiempo? ¿O Vermyre burlará la justicia de la orden de Azyr y hará pedazos los Reinos Mortales?
Primera entrega de una nueva trilogía cyberpunk.
El expolicía Berry Rydell se encuentra con Chavette, una mensajera que está a punto de entrometerse en la vida de un empleado de los depósitos de información ilícita financiados por el cartel de Medellín.
Esta es la novela verdadera de aquellas mujeres comunes de mediados del siglo XX, trabajadoras jóvenes que no tuvieron a quien quisiera relatar sus vidas, preocupaciones y expectativas.
Michèle Audin construye en La señorita Haas una hermosa y potente novela coral con las vidas de trece mujeres, anónimas aunque con un mismo apellido, Haas, y un mismo espacio-tiempo: la Francia que, entre 1934 y 1941, se adentra en la radicalización y el ascenso del fascismo, la Segunda Guerra Mundial y la deportación de judíos a los campos de exterminio. Como ya hiciera en su magistral Una vida breve (Periférica, 2020), Audin se sirve de la memoria y de la crónica veraz combinándolas con una poderosa inventiva formal.
Estás muy callada hoy sigue los pasos la narradora en Buenos Aires tras la muerte de su madre y sus ocasionales viajes a provincias para visitar a su padre, que ahora vive solo en la casa donde ella creció. El lector la ve en diferentes roles: como madre de dos hijos, esposa, hija, hermana, pero también como una niña sin madre. Con el paso de los años empieza a preguntarse quién es cuando está sola, sin tener que cuidar de nadie más, cuando deja de atender las necesidades de las personas que la rodean.
Recordando su infancia, sus relaciones con sus hermanos y con su madre, notando que ella no está más cerca de su padre ahora que antes de enviudar, también ve crecer a sus hijos. Sus dos hijas, Rosa y Elena, ya no necesitan mucho de ella, pero el menor, Pedro, tiene extrañas obsesiones y sufre mucho. Y frente a ella, siente que cada vez tiene menos en común con su marido, lo que le llevará a replantearse su matrimonio.
En El matarife, Sándor Márai -uno de los grandes escritores del siglo XX- reflexiona con brillantez y hondura hasta qué punto un ser humano puede modificar su propia naturaleza sometido a los estragos de una guerra despiadada y cruel.
El indolente Otto Schwarz es un ejemplo escalofriante de abyección salvaje: para él, matar animales en un desolladero berlinés o soldados enemigos en el frente no supone una gran diferencia, sino una suerte de vocación. Sándor Márai ha sabido concentrar en un solo personaje el irreprimible trastorno psíquico que condujo a la Primera Guerra Mundial, con la irónica distancia y la fría concisión de un cronista, como algo perteneciente a una nueva y aterradora normalidad de la que es imposible salir indemne.