Una librera que debe huir del fascismo.
Una ciudad a punto de cambiar para siempre.
Un homenaje a los libros y a su capacidad para salvarnos.
Madrid, 1934. Soplan vientos de cambio en la España de la Segunda República cuando Bárbara, una joven alemana que ha conseguido huir de Berlín tras la victoria del partido nazi en las elecciones, abre una pequeña librería.
Esta se convierte en un lugar donde soñar con un futuro libre y esperanzador, pero el estallido de la Guerra Civil amenaza con destruir todo lo que Bárbara ha construido. Será su amor por las letras y por un joven republicano lo que la mantenga aferrada a un país que se enfrenta a una espiral de odio y terror que ella conoce demasiado bien y que la obligará a luchar por su vida una vez más.
Una novela apasionante y rigurosamente documentada por uno de los autores españoles más traducidos y leídos en el mundo. Una historia esperanzadora frente al horror de la intolerancia. Y, por encima de todo, un indiscutible homenaje a la literatura.
LOS LIBROS SIEMPRE SERÁN NUESTRO REFUGIO.
Este es el relato de cómo el amor se forja en dos seres: a través de un arduo desnudamiento interno los protagonistas van recuperando su identidad hasta alcanzar la renovación vital en la mutua entrega.
En la búsqueda de su individualidad, el verdadero aprendizaje de la protagonista es cómo darle cabida a su manera de ser mujer en la sociedad. No le preocupan la maternidad, las opiniones familiares ni la soltería, sino su involuntaria resistencia a la propia vida.
Truman Capote fue un maestro de las formas breves y un agudo observador y cronista de su época. Las semblanzas que reúne en este volumen son una buena muestra de ambas virtudes. Capote escribe –a veces con ternura, otras con perfidia, siempre con un estilo admirable– sobre figuras que han conformado nuestro imaginario colectivo, trazando una serie de magistrales retratos como el dedicado a las andanzas japonesas de Marlon Brando durante el rodaje de Sayonara; el ya mítico perfil de Marilyn Monroe; una bellísima rememoración en claroscuro de Tennessee Williams; una emotiva aproximación a Elizabeth Taylor; un acercamiento a «esa leyenda moderna» que fue Jane Bowles y otro al arte fotográfico de Cecil Beaton.
Y son precisamente los retratos de otro fotógrafo, Richard Avedon, los que inspiran a Capote una serie de certeros perfiles, empezando por el del propio Avedon, y luego, pasando revista a un socarrón John Huston, un ambivalente Chaplin, una coqueta Coco Chanel, un moribundo Somerset Maugham, un errante Ezra Pound, una anciana y fascinante Isak Dinesen, una Mae West de carne y hueso, un Louis Armstrong captado desde la mirada infantil, un Gide que reflexiona sobre Cocteau, un Bogart retratado a través de sus palabras fetiche, un Picasso tan genial que podría provocar instintos asesinos y un Duchamp iconoclasta que bien podría ser su reverso.
Ya han pasado más de dos años desde que el comisario Georges Dupin fue «forzosamente trasladado» a lo que él considera el fin del mundo: Concarneau, en la costa bretona. Allí nunca pasa nada, aparte de los atascos en verano, cuando toda la región se convierte en el destino turístico por excelencia.
Pero una mañana de julio, al inicio de la temporada alta, recibe una llamada. En el idílico pueblo cercano de Pont-Aven se ha cometido un asesinato incomprensible. Pierre-Louis Pennec, el dueño del legendario hotel Central, en el que a finales del siglo XIX se alojaron Paul Gauguin y otros pintores famosos, ha sido brutalmente apuñalado. ¿Quién querría matar a un anciano de noventa y un años, una bellísima persona? ¿Y por qué?
Cuando poco después aparece un segundo cadáver en la costa, Dupin comprende que tiene entre manos un caso más complejo de lo esperado. Aunque la presión de los políticos locales aumenta, y los habitantes de Pont-Aven guardan un silencio obstinado, el comisario, a quien no siempre le resulta fácil morderse la lengua, se mantiene fiel a su peculiar estilo de investigación. Y es que la pregunta inesperada puede arrojar la pista que hasta entonces estaba eludiéndole, y sacar a la luz un secreto por el que valdría la pena matar.
En un tranquilo complejo residencial para jubilados, cuatro improbables amigos se reúnen una vez a la semana para investigar antiguos asesinatos sin resolver. Ellos son Ron el Rojo, mítico activista de los años sesenta y setenta que no ha perdido sus ganas de gresca; la dulce Joyce, una enfermera viuda no tan ingenua como aparenta; Ibrahim, un veterano psiquiatra con una increíble capacidad de análisis, y la tremenda y enigmática Elizabeth, quien, a sus ochenta y un años, lidera este grupo de detectives aficionados.
Cuando un promotor inmobiliario de la zona es hallado muerto, este peculiar Club del Crimen de los Jueves se encuentra con su primer caso actual. Ha llegado el momento de que estos octogenarios «saquen sus ases» de la manga y demuestren de lo que son capaces.
Bienvenidos al Club del Crimen de los Jueves.
Con apenas diecisiete años, Manuela entra a trabajar como criada en la mansión de los marqueses de Armayor. Rodeada de un lujo que contrasta con la pobreza de su aldea natal, la joven conocerá la arrogancia y el desamor, pero también el arte de la costura, al tiempo que entablará una amistad inquebrantable con la única heredera de la familia, Alexandra.
Años después, y pese a pertenecer a mundos muy distintos, su amiga será su mayor apoyo cuando la Guerra Civil obligue a Manuela a separarse de su hija Telva, enviada a Rusia junto con otros niños de la zona republicana, y también cuando intente recuperarla décadas más tarde, aunque para ello deba arriesgarlo todo.
La añoranza de Telva, un destino en ocasiones desalmado y una gran historia de amor marcarán la vida de Manuela. Una vida que se extenderá a lo largo de un siglo convulso y lleno de contrastes, magistralmente reflejado por Ana Lena Rivera en las páginas de esta novela que se lee con la emoción a flor de piel.