Cuando Raymond Mathis recibe la llamada de un camello amenazando la vida de su hijo drogadicto, decide que ha llegado el momento de tomar decisiones drásticas y ayudarlo por última vez.
El desafortunado Denny Rattler se ha convertido en un discreto ladrón de poca monta con el único objetivo de no llamar la atención y poder pagarse la próxima dosis.
Por su lado, el agente Ron Holland, obsesionado con su trabajo, está dispuesto a seguir la pista más debil para reducir el narcotráfico en la zona de Carolina del Norte.
En una región hermosa pero degradada, arrasada por los constantes incendios, los destinos de estos tres hombres se verán indisolublemente unidos a causa de la droga.
Desde la casa donde nació, los juegos de calle durante su niñez, la música que ha servido como banda sonora de su vida hasta los movimientos sociales y el ataque terrorista contra las Torres Gemelas — que le tocó presenciar —, Laura Esquivel, la autora mexicana más leída en el mundo, nos enseña a través de un colorido mosaico de escritos lo que sus ojos vieron, las cosas de las que ha sido testigo en sus 72 años de vida.
Dividido en trece capítulos, este texto es a la vez un vínculo con la historia, una oda a la cultura mexicana, una crónica social y una narración de las memorias más personales de Laura y de toda una generación.
El urogallo, el lagarto gigante de El Hierro, el lince ibérico, el desmán del Pirineo, la ballena vasca, el bucardo… Siguiendo el rastro de animales simbólicos aunque difíciles (o imposibles) de ver, se puede penetrar en la idiosincrasia de las poblaciones que los tienen como referencia. Este proyecto apunta a la geografía española para, a través de algunos animales tan emblemáticos como esquivos, adentrarse en la naturaleza más salvaje del país y en la relación que los españoles tienen con ella.
Javier Serena nos remite en La estación Baldía al ambiente de la inmediata posguerra civil, donde los rescoldos del drama humano son patentes en una sociedad rota por la guerra. La mezquindad humana, la necedad y la crueldad que poblaron la guerra, aparecen entreveradas de signos de humanidad y compasión capaces de rescatar la fe en el ser humano, dentro del gris mosaico de una sociedad desgarrada. La difícil vida de las mujeres en este tiempo y este lugar está personificada en la heroína de la novela, que encarna a toda una generación.
Últimas palabras en la Tierra cuenta el final de una historia. También el principio. La historia de un hombre al que llamaremos Ricardo Funes, aunque ese no sea su nombre verdadero. Las tres voces que repasan la existencia desesperada de este escritor, pocos años antes de su éxito y de su muerte temprana, nos adentran en las luces y sombras de una vocación imposible de abandonar. Su entrega visceral a la escritura y el ostracismo que sufrió hasta su reconocimiento tardío por parte de la crítica y los lectores hacen de Ricardo Funes un personaje fascinante que trasciende las fronteras entre realidad y ficción para convertirse en una criatura hecha de literatura.
Ainhoa nace de milagro en La Paz, en Bolivia, tras morir su madre, Amanda, en un supuesto atentado parapolicial. Crece en Cuba y en 1988, a los 21 años, comienza un viaje iniciático con el País Vasco como primer destino para conocer la tierra de Manex, su padre. En pleno conflicto represivo, conoce a Josune, una periodista comprometida, y a su cuadrilla de amigas y amigos.
Cuando el novio de Josune muere por sobredosis de heroína, ésta decide acompañar a Ainhoa en su viaje, que las llevará hasta Beirut, luego Kabul y finalmente Marsella. Son los últimos años de la Guerra Fría y ambas se adentrarán en el oscuro mundo de las redes del narcotráfico y sus estrechos vínculos con las tramas políticas.