En plena crisis de madurez, Bennie Salazar, que en los setenta formó parte de una banda punk y ahora es un alto ejecutivo de la decadente industria discográfica, se echa copos de oro en el café para recuperar el apetito sexual. Sasha, su asistente, después de haber viajado mucho y no siempre en circunstancias felices, se trata de su cleptomanía con un psicoanalista que viste jerséis estrambóticos. En torno a ellos se despliega una variopinta red de personajes, desde una relaciones públicas que intenta lavarle la cara a un general genocida hasta un periodista que ha estado en prisión por abusar de una estrella de cine adolescente. Con el rock palpitando en cada una de sus páginas, El tiempo es un canalla es un entramado fascinador que pasa por lugares como Nueva York, San Francisco, Kenia, Nápoles o el desierto de California, y cubre un período que va de los años setenta hasta el 2020.
Los personajes que habitan esta novela son lectores o están en camino de serlo.
Lectores como yo, tú, ella, ellos. Como nosotros. Cómplices en la mayor y más grande de todas las aventuras.
Julián ha luchado contra el aburrimiento de todas las maneras posibles. Desde que le diagnosticaron hepatitis, ha recreado en su cabeza conversaciones imaginarias entre ostras que no tienen nada que hacer, ha buscado formas fantasiosas en las manchas de la pared, ha lanzado mocos al aire.
Pero es feliz porque no tiene que ir a la escuela. Y por nada del mundo se acercará a los libros: no leerá, no escribirá reportes, no pensará en la tarea. ¡Por supuesto que no!
Por su parte, Isa no se detendrá hasta encontrar a las heroínas de la literatura que le ayuden a demostrar que para celebrar sus quince años no es necesario que haga dieta y se ponga un vestido que jamás volverá a usar.
Pero en estas páginas también aparecen ágiles espadachines, monjes detectives, replicantes muy humanos y niños perdidos en islas desiertas que saben bien que leer es un modo de resistir.
¿Cuánto de nosotros se borra con el paso del tiempo? ¿Cuánto se queda en los lugares amados? ¿Puede uno regresar a un sitio que nunca existió más allá de su mente? En Homo irrealis, André Aciman nos invita a acompañarlo al territorio de sus recuerdos en un viaje por lugares queridos como Alejandría, Roma, París, San Petersburgo o Nueva York, habitados por las presencias fantasmales de artistas y escritores admirados. Dela mano de Proust, Freud, Cavafis, Pessoa, Rohmer, Sebald y muchos más, el autor explora el tiempo irrealis: el del hombre que podría haber sido y no fue, todo lo que podría haber pasado y no pasó, pero que aún podría pasar y está en un limbo entre la fantasía y la realidad. Unas memorias en forma de ensayos en las que el autor de Lejos de Egipto y de Llámame por tu nombre se enfrenta al pasado y al presente, al anhelo y al deseo, en un intento de comprender la veta nostálgica que se cierne sobre su persona y sobre casi toda su obra.
Un beso no es solo un beso.
Un beso puede ser eterno. A veces, tarda en llegar,
pero se queda para siempre.
Para Zoe, Liam es más que un vecino; es su mejor amigo, el chico que se colaba en su habitación por la ventana mientras crecían, y el que más veces le hace poner los ojos en blanco.
Para Liam, Zoe es su rubia favorita, la persona en la que más confía y también la chica con la que más le gusta meterse.
Pero todo cambia cuando a Zoe la dejan plantada y, como siempre, Liam es quien está ahí para consolarla. Es entonces cuando Zoe empieza a sentir un extraño cosquilleo en el estómago, Liam tiene miedo de decir en voz alta todo lo que piensa y ambos comienzan a mirarse de una forma diferente. Y es que eso que parecía una simple amistad podría convertirse en otra cosa.
Ana Garrido quiere volar y dejar de ser una niña pobre de las minas asturianas. Pierde la fe en Dios cuando matan a su hermano, pierde la fe en los hombres cuando el primer amor la golpea y el segundo la abandona. Entonces promete escribir su destino con letras bañadas en oro.
Ana Garrido quiere poder. Entra al narcotráfico y logra controlar en España una industria criminal plagada de sujetos despiadados. La apodan la Rubia y termina tras las rejas, condenada a más de treinta años de prisión por dirigir el mayor alijo de cocaína jamás decomisado en Europa, la operación Temple. Aun así, no se arrepiente. Ella es la Dama del Norte.
En una casa con un gran jardín en un pueblo mexicano sin nombre a finales de los años cuarenta, Peter, de seis años y medio, lee, sueña y juega con sus amigos. Es un explorador, artista, filósofo, místico y científico. Su mundo aún es nuevo, todavía no está contaminado por el conocimiento recibido.
Y el mundo real que lo rodea es único en aquella época: una comunidad de exiliados que han encontrado refugio en México de los regímenes fascistas de Europa, codeándose con sindicalistas mexicanos o artistas como Frida Kahlo. Pero los emigrados añoran su hogar, incluido el padrastro de Peter, que quiere regresar a su Alemania natal. Sin embargo, volver puede no ser seguro, lo que da lugar a angustiosas discusiones entre los padres de Peter y su pequeño grupo de amigos.
Y poco a poco, Peter comienza a comprender que su mundo puede acabar patas arriba, que podría verse obligado a despedirse de todos los que conoce y ama.