Medea, hija del rey Eetes de Cólquida, anhela una vida diferente. De pequeña es separada de su hermana, rechazada por su madre y golpeada y atormentada por su padre y su hermano. Porque Medea es distinta: ha nacido con un talento único y aparentemente peligroso: el poder de canalizar los dones de la diosa Hécate y manipular la naturaleza con pociones y hechizos.
Cuando un joven y apuesto héroe, Jasón, llega para reclamar el célebre Vellocino de Oro que su padre protege ferozmente, Medea ve su oportunidad de escapar. Al ofrecerse a ayudar a Jasón a superar los obstáculos que se interponen entre él y su objetivo a cambio de alejarla de Cólquida, ella pone en marcha un viaje que pondrá a prueba su fuerza, su magia y su lealtad; un viaje que la verá luchar contra monstruos, destronar reyes y enamorarse de un hombre que nunca la merecerá. Un viaje, al fin, que inevitablemente terminará en traición y derramamiento de sangre.
Los mejores libros jamás escritosLa más importante de las obras de Eurípides y uno de los trabajos que mejor representan su concepción de lo trágico, muy distinta a la de Sófocles y EsquiloJasón no solo regresó de la Cólquide con el vellocino de oro, sino que también sedujo a la hija del rey Eetes, Medea. A su vuelta a Yolco, hallan un escenario de traición familiar del que huyen dejando un rastro carmesí. Cuando recalen en Corinto, Medea desplegará una pavorosa venganza contra Jasón al descubrir que pretende a la hija del rey Creonte. Este imperecedero personaje femenino recoge las leyendas que veían a la hechicera como una mujer exótica y salvaje que, por amor, despierta el lado atroz de lo humano. Sus coetáneos decían que Eurípides prefería representar «las cosas como son y no como debieran», y ello quizá sea lo que nos sigue atrayendo de esta princesa extranjera: su cruda realidad, su repulsión natural hacia el perjurio, su asimilación negada, su temible ira, su compromiso con la sangre.La presente edición de Medea cuenta con la versión y la introducción del helenista, escritor y traductor Ramón Irigoyen. Asimismo, los profesores de comunicación audiovisual de la Universidad Pompeu Fabra Jordi Balló y Xavier Pérez han escrito a cuatro manos el epílogo «La venganza triunfal».«Venga, pues, ármatede valor, corazón mío. ¿Por qué aplazar el perpetrar el terrible y necesario mal?»
Medea me cantó un corrido es la deslumbrante nueva obra de Dahlia de la Cerda, tras el éxito apabullante obtenido en México con Perras de reserva y Desde los zulos. La autora crea un paisaje literario único, característico de su estilo original, donde las protagonistas se enfrentan a situaciones límite, inmersas en un fuego cruzado entre la violencia del crimen organizado, el Ejército y los conflictos de padres, familias o parejas provenientes de estos entornos. Sin embargo, como dice una de ellas parafraseando a Sartre: «No somos lo que hicieron de nosotras, sino lo que hacemos con lo que hicieron de nosotras». Por fortuna, en esta ocasión contarán con la ayuda de Medea, el personaje mitológico, que aparecerá «toda vestida de negro, con unas trenzas africanas muy perritas» para auxiliar a las protagonistas, ya sea en abortos o en el término de relaciones abusivas similares a la que ella vivió con Jasón. En estas páginas conviven situaciones delirantes y sumamente divertidas que discurren en compañía de una banda sonora de fondo plagada de corridos tumbados, cumbias, y ritmos de perreo. Dahlia de la Cerda se sirve de un lenguaje propio, música y humor negro para compartir con sus lectoras la existencia de las memorables protagonistas que habitan esta historia.
Medianoche del mundo se compone de una serie de poemas que nacen de una misma raíz: la cotidianidad en uno de los países más peligrosos del planeta: El Salvador. Un niño asesinado de siete disparos, un hombre obligado a huir para siempre, una anciana olvidada en una casa, un amor sin destino, estas y muchas otras historias confluyen en este libro polifónico, lleno de verdad y belleza, que nos muestra, a través de una serie de poemas sombríos, el adentro y el afuera de un autor que conversa consigo mismo como un actor en medio de un teatro lleno de sombras.
Conspiración, traición, corrupción política bajo el techo de la sociedad aristócrata francesa.
La cuarta entrega de la saga de los Médici está protagonizada por María de Medici, primero reina consorte de Francia (1600-1610) y, luego, regente del trono en nombre de su hijo Luis.
La novela muestra a una mujer fuerte y valiente con gran talento para la estrategia política, obligada a luchar contra la ambición de poder de la aristocracia para salvaguardar el trono durante un periodo difícil para Francia. La historia gira en torno a las tres figuras más importantes de Francia en la época: la misma María de Médici, el cardenal Richelieu y el rey Luis XIII.
De cronología episódica, la novela cuenta los principales momentos de la vida de la protagonista, como la llegada al Louvre y su lucha inicial contra la desconfianza de los franceses, consiguiendo así una tensión constante entre tramas paralelas que crean una acción a la altura de las entregas anteriores de la saga.
Yarvi, el hijo menor del rey, nació con una malformación en una mano que ha llevado a todo el mundo, incluso a su propio padre, a considerarlo «medio hombre». Por eso, en lugar de formarse como guerrero, al igual que el resto de varones de su estirpe, se ha dedicado a estudiar para convertirse en uno de los clérigos del reino. Sin embargo, en la víspera de la última prueba para ingresar en esta poderosa orden de sabios, a Yarvi le llega la noticia de que su padre y su hermano han sido asesinados. Él es el nuevo rey.
Pero tras una terrible traición a manos de sus seres queridos, Yarvi se encontrará solo en un mundo regido por la fuerza física y los corazones fríos. Incapaz de llevar armadura o de levantar un hacha, deberá afilar y agudizar su mente. Cuando se juntan a su alrededor una extraña hermandad de almas perdidas, descubrirá que esos compañeros inesperados tal vez puedan ayudarle a convertirse en el hombre que quiere ser.
«Juré vengarme de los asesinos de mi padre. Seré medio hombre, pero pronuncié un juramento entero.»