«Don Francisco de Quevedo me dirigió una mirada que interpreté como era debido, pues fui detrás del capitán Alatriste. Avísame si hay problemas, habían dicho sus ojos tras los lentes quevedescos. Dos aceros hacen más papel que uno. Y así, consciente de mi responsabilidad, acomodé la daga de misericordia que llevaba atravesada al cinto y fui en pos de mi amo, discreto como un ratón, confiando en que esta vez pudiéramos terminar la comedia sin estocadas y en paz, pues habría sido bellaca afrenta estropearle el estreno a Tirso de Molina. Yo estaba lejos de imaginar hasta qué punto la bellísima actriz María de Castro iba a complicar mi vida y la del capitán, poniéndonos a ambos en gravísimo peligro; por no hablar de la corona del rey Felipe IV, que esos dáis anduvo literalmente al filo de una espada. Todo lo cual me propongo contar en esta nueva aventura, probando así que no hay locura a la que el hombre no llegue, abismo al que no se asome, y lance que el diablo no aproveche cuando hay mujer hermosa de por medio.»
A finales del siglo XVlII,la joven criolla Antonia de Salis vive con su prima Teresa en Rusia. Allí reciben la visita de un fascinante militar hispanoamericano, Francisco de Miranda, precursor de la independencia que agita a las colonias, que está de visita en Rusia para tejer una alianza con Potemkin. Antonia cae seducida ante un personaje tan idealista como ardiente, con fama de donjuán y magnífico contador de historias ante las damas. Tanto que, tras algunos encuentros furtivos, decide seguirlo hasta San Petersburgo, donde Francisco de Miranda es perseguido, sin saberlo, por un diplomático español empeñado en capturarlo. Treinta años después, en la cárcel de La Carraca en Cádiz (los hechos están rigurosamente documentados), un general Miranda enfermo y vencido recibe las visitas y los cuidados de una enigmática mujer que tiene muy presentes las aventuras de Crimea y de San Petersburgo.
El caballero de Olmedo, la obra maestra de Lope de Vega, en la cuidada edición de Francisco Rico. Un referente del teatro del Siglo de Oro.
Este volumen presenta la que posiblemente sea la obra maestra de Lope de Vega como dramaturgo, y sin duda, la que más ha pulsado nuestra sensibilidad contemporánea: El caballero de Olmedo. Inspirada en una cancioncilla popular, la tragicomedia presenta un enredo sentimental que adquiere desde el principio tintes fatídicos y a la postre sobrenaturales, subrayados por imágenes simbólicas generadoras de una profunda melancolía y pesar.
La obra se ofrece en la mítica edición de Francisco Rico, puesta al día por el filólogo y académico en sus últimos años. Esta edición quiere, así, constituirse en el homenaje de la Biblioteca clásica de la RAE al que fuera su fundador y director cuando se cumple un año de su desaparición.
Un siglo antes de Juego de tronos, dos héroes insólitos recorrieron Poniente...
El joven Ser Duncan el Alto, un ingenuo pero valiente caballero errante, sobresale por encima de sus rivales en estatura, aunque no en experiencia. Le acompaña su diminuto escudero, un muchacho llamado Egg, quien debe mantener en secreto su verdadera identidad ante todos aquellos que se crucen en su camino.
Puede que nadie hubiera esperado ver a estos inesperados compañeros convertidos en héroes, pero el destino tiene reservado para ellos un camino plagado de poderosos enemigos, intrigas palaciegas y hazañas de leyenda.
El burlador de Sevilla significa la irrupción en la literatura de uno de sus grandes mitos, el de don Juan, el aristócrata amoral y cínico que seduce mujeres por el mero hecho de conquistarlas. De todas las versiones, la de Tirso es la más despiadada: ostenta que el mayor "gusto que en mí puede haber / es burlar a una mujer / y dejarla sin honor", con lo que a la ofensa une la crueldad, el desprecio de las leyes divinas y humanas e incluso el mofarse de la otra vida.
Diego no es un muchacho cualquiera, es el hijo del mayor héroe de la época. Su padre, Rodrigo Díaz de Vivar, se ha esforzado por convertirlo en el mejor de sus capitanes. Algo que el chico persigue sin tregua a pesar de que la devoción filial que antes le profesaba ha ido desvaneciéndose ante la mirada inquieta de su madre, Jimena. En estos últimos años, el rencor ha hecho del Cid un hombre cruel, capaz de condenar a quienes más le aman. Y Diego, siempre dispuesto a servirle como lo haría un buen vasallo, tendrá que enfrentarse con la verdad sobre su padre y señor.