Gala está harta de seguir atrapada en un círculo vicioso de dependencia y toxicidad con su exnovio.
NO CONCIBE UNA VIDA SIN ÉL
Por ello decide dejarlo todo atrás y alejarse completamente de él, con la esperanza de poder sanar su corazón y evitar la tentación de volver a caer en esa destructiva relación.
Huir donde no pueda hacerle daño.
DONDE NO PUEDA ENCONTRARLA
Una nueva vida en la que refugiarse y con la que enfrentarse a sus inseguridades, sus heridas, sus miedos y su inoportuna atracción hacia Gael, un chico que forma parte de su nueva rutina.
CON QUIEN PODRÍA REDESCUBRIR EL AMOR
Pero Gala tiene claro que volver a abrir su corazón no entra en sus planes.
Ella sabe que lo que necesita es centrarse en sí misma.
LIBERARSE DEL PASADO, APRENDER A AMARSE Y PERMITIRSE SER FELIZ SIN DEPENDER DE NADIE MÁS
En las páginas de Donde todo ha sucedido. Al salir del cine, Javier Marías plasma sus opiniones más personales, sus filias y fobias, en torno al séptimo arte. Se recuperan aquí los artículos que el autor escribió sobre cine entre 1992 y 2004 para revistas como Nosferatu o Nickel Odeon, además de las columnas que publicó en El País o El Semanal.
Siempre arrojando luz y juzgando con hondura, huyendo de la crítica cinematográfica más dogmática e inflexible, y sin renunciar jamás a la ironía de un estilo que lo ha encumbrado entre nuestros escritores más afamados, Javier Marías ofrece nuevas visiones de clásicos del cine como Campanadas a medianoche, de Orson Welles, o El fantasma y la señora Muir, de Joseph L. Mankiewicz, una de sus películas favoritas.
Un libro indispensable para quienes no renuncian a observar algunos aspectos de la vida desde un patio de butacas.
«Con mucha probabilidad, yo no me habría convertido en escritor si no hubiera leído a Franz Kafka, o si la obra de Franz Kafka no existiese. Si intento borrar la obra de Kafka de mi alma, me quedo sin vocación literaria. [...] Mi primera recomendación es leer, como primer plato, las tres narraciones largas de Kafka: "América", "El proceso" y "El castillo", por este orden. Y luego el diario, los cuentos, la carta al padre, los epistolarios, en fin, la obra completa. Kafka te manda amorosamente que te leas su obra completa. No te lo manda. Tú sientes esa necesidad, por una razón bien simple: cualquier frase de Kafka es un prodigio de la vida. Por eso acabas leyéndote no solo la obra completa sino todo cuanto se ha escrito sobre él».
«El entusiasmo y la capacidad de identificación que Jane despierta resultan tan profundos que la interpretación contemporánea ha colocado a la escritora en el centro de su familia, de su sociedad e incluso de su tiempo, y la contempla y debate sobre ella, sus gustos, sus amoríos, sus desgracias o sus características literarias conforme a la importancia de la que en la actualidad goza. Es agradable que el tiempo compense algunas de las crueldades con las que la Historia afligió a las autoras del siglo XIX, pero insistir en esa versión nos lleva a perdernos una de las miradas más interesantes, más inteligentes y peor comprendidas de la historia de la literatura».
«Si hubiera vivido un poco más, apenas tres años, Joseph Roth habría asentido ante la escena de Casablanca en la que el mayor Strasser le pregunta a Rick por su nacionalidad. "Soy un borracho", responde este. Roth habría respondido igual si alguien le hubiera preguntado. Todos sus lectores lo sabemos porque lo dejó clarísimo en sus libros, en sus dibujos y en lo que los biógrafos han descubierto de su vida. También sabemos que no le preguntaron por su nacionalidad, porque Roth fue uno de los miles de apátridas que se morían del asco en la Francia a punto de rendirse ante Alemania. En un país lleno de refugiados con pasaporte Nansen (cuyo papel era tan malo que se deshacía al segundo trámite), la gente había perdido la costumbre de preguntarse por nacionalidades que ya no existían. "Así soy realmente: maligno, borracho, pero lúcido. Joseph Roth", escribió en la dedicatoria de un autorretrato que se hizo en París en noviembre de 1938, seis meses antes de su muerte».
A los diecinueve años, a Chris Offutt ya se le habían cerrado las puertas del Ejército, del Cuerpo de Paz, de la Guardia Forestal y de la Policía, así que abandonó su hogar en los Apalaches y se dirigió hacia el norte para dar comienzo a una serie de viajes que después lo llevarían de costa a costa por Estados Unidos, un país habitado por una variedad impredecible de vagabundos y bichos raros, en busca de trabajos temporales, mientras dormía en habitaciones de mala muerte y soñaba con ser artista. Quince años después, Chris se ha establecido junto con Rita, su mujer, a orillas del río Iowa, donde descansa y escribe, a la espera del nacimiento de su primer hijo. Será entonces cuando pueda iniciar un camino bien distinto al emprendido años atrás, ese que habrá de llevarlo a la madurez.