Los muertos de Loraille no descansan. Artemisia se está preparando para unirse a las hermanas grises, encargadas de purificar a los fallecidos para que sus almas sigan adelante; de lo contrario, sus espíritus despiertan con un hambre voraz por los vivos. Ella prefiere tratar con los muertos, que a diferencia de los vivos nunca hacen comentarios sobre su turbio pasado. Cuando su convento sufre un ataque, Artemisia lo defiende despertando a un antiguo espíritu vinculado a una reliquia. Es un renacido, un ser malévolo que amenaza con poseerla en cuanto baje la guardia. La muerte ha llegado a Loraille, y solo una vespertina (una sacerdotisa entrenada para controlar una gran reliquia) puede aspirar a detenerla. Pero los conocimientos de las vespertinas hace mucho que se perdieron, por lo que a Artemisia no le queda más opción que recurrir al único que puede saber algo: el mismísimo renacido. Mientras su vínculo con el renacido se fortalece entre secretos y magia, un mal oculto comienza a surgir. Y enfrentarse a él puede requerir que traicione todo en lo que cree... si es que el renacido no la traiciona primero.
Los años 50 retratados por Richard Yates tienen demasiados parentescos con los tiempos que vivimos. El aislamiento que nace de la comodidad. La incomunicación que produce la falta de sentimientos sinceros. La pérdida, muchas veces inconsciente, de valores, que en algún momento parecían fundamentales.
Brillantes, bellos y confundidos, Frank y April Wheeler tratan de sostener sus ideas incluso contra sí mismos y sus debilidades. Yates los examina con una lucidez que tiene mucho de tristeza en esta magnífica novela: una indagación profunda y conmovedora sobre lo que las personas dejan que la sociedad haga con ellas.
El viaje de Marco Polo a los confines del continente asiático fue la mayor aventura fabulosa de la Edad Media. Y es que de «fábula», cuando no de invención embustera, la trataron los contemporáneos cuando la leyeron. En este libro, Marco Polo nos muestra un abanico de «rarezas» maravillosas que conoce en su interacción con los mongoles y los chinos. Relata las costumbres del mundo oriental; nos describe y conduce por los paisajes silenciosos del Pamir, los verdes valles de Afganistán o las noches en los contrafuertes del Tíbet; y nos acerca a sus cuentos y leyendas, muchos de los cuales aparecerían en «Simbad el Marino» y en «Las mil y una noches». Estas memorias son, ante todo, recuerdos y apuntes sobre las tierras recorridas, más que testimonio de actividades propias; Marco Polo entonces no es un protagonista, sino que se convierte en testigo de lo que refiere, regalándonos un viaje maravilloso.