En un artículo publicado en 1894 la novelista inglesa Sarah Grand acuñaba la expresión «Nueva Mujer» para referirse a las mujeres que, rebelándose contra el abnegado papel que les había tocado desempeñar en la era victoriana, empezaban a desafiar convencionalismos y normas sociales y luchaban por ser independientes profesional, política y emocionalmente. No necesariamente militante, aunque siempre enérgica, la Nueva Mujer dio pie a un nuevo prototipo de heroína en literatura: por primera vez pudieron leerse relatos protagonizados por mujeres escritoras, periodistas o detectives, que ejercían la medicina o administraban un banco; mujeres que abandonaban sin melodramatismos a sus maridos, incluso el mismo día de la boda, o que veían la muerte de éstos como una auténtica liberación; mujeres que conseguían que los hombres entablaran con ellas relaciones en pie de igualdad.
Tiernos y con un aire de diario íntimo, estos poemas son sinceros, vulnerables y apasionados. El lector también profundizará en las diversas facetas de Baez: la niña, la madre, la música, e incluso la fóbica y la soñadora…» Sophie Auster
«Su legado es haber sido un vehículo para la protesta social, un consuelo y un rayo de esperanza para la gente.» Patt Smith
«Joan Baez es una mujer de espíritu firme, con un alma verdaderamente independiente. Nadie podía decirle lo que tenía que hacer, hacía lo que quería. Aprendí muchas cosas de ella. Jamás podría devolverle su amor y entrega.» Bob Dylan
«Un icono estadounidense que echa la vista atrás y recupera su historia.» Vanity Fair
«Poderoso y revelador.» The Boston Globe
Aunque Joan Baez lleva décadas escribiendo poesía, nunca la había compartido públicamente. Poemas sobre su vida y su pasión por el arte se habían acumulado en cuadernos y trozos de papel. Ahora comparte, por primera vez, algunas de las experiencias vitales más importantes que dieron forma a un icono, y ofrece una mirada inédita a los recuerdos y reflexiones de una gran artista.
Se extinguió en lo más crudo del invierno: los arroyos estaban congelados, los aeródromos casi desiertos, y en las plazas la nieve desfiguraba las estatuas; el mercurio se hundió en la boca del día moribundo. Los instrumentos de que disponemos coinciden en decirnos que el día de su muerte fue un día oscuro y frío.
Se extinguió en lo más crudo del invierno: los arroyos estaban congelados, los aeródromos casi desiertos, y en las plazas la nieve desfiguraba las estatuas; el mercurio se hundió en la boca del día moribundo. Los instrumentos de que disponemos coinciden en decirnos que el día de su muerte fue un día oscuro y frío.