«Oz es ese lugar, diez minutos antes del sueño, donde […] decidimos que la humanidad, por muy maliciosa y mezquina y tonta que sea, merecerá otra oportunidad al amanecer.» Ray Bradbury
Célebre por la adaptación cinematográfica de Victor Fleming, la película fantástica más famosa de todos los tiempos, El maravilloso Mago de Oz era el tercer libro que Baum escribía, y fue un éxito inmediato. Se trataba de uno más entre muchos que estaba planeando, pero la presión de los lectores fue tal, que terminó escribiendo catorce novelas sobre este fantástico mundo. La multipremiada Olimpia Zagnoli despliega un cautivador imaginario, en el que los potentes patrones geométricos y el juego cromático entre el verde esmeralda y el dorado otorgan a esta edición un talante inigualable.
Las peripecias de seis mexicanos que hallan el remedio al tedio, el bochorno y la frustración en un traje de verano. El pintoresco encuentro en Chicago entre un punk y un anciano donde la hostilidad inicial se transforma en emociones inolvidables. Y la guardería del futuro: una prodigiosa habitación donde todos los deseos de los niños se hacen realidad.
Como ocurre con toda la obra de Aurora Venturini, estos cuentos fueron escritos desde las tripas, y también desde un lugar periférico del lenguaje y la literatura. Sus páginas las recorre una galería de personajes extraños y deformes. Porque esa ha sido siempre la manera como Venturini perfila sus historias, abordándolo todo con una mirada extravagante. Aquí desfilan gatos absorbidos por un tornado, niñas que nacen con un bulto negro en el cuello, una maestra que se enamora de un ventrílocuo de circo. Y viejos y mujeres que pegan a sus hijas. Dueña de un estilo excepcional, lírico y sórdido a la vez, Aurora Venturini narra de manera irrefrenable las zonas perversas y macabras del mundo, y atrapa a estos raros personajes antes de que se evaporen. Divididos en dos partes, El marido de mi madrastra y Hadas, brujas y señoritas, estos relatos trasmiten su particular manera de entender la literatura y la vida, dos espacios tomados casi siempre por la oscuridad, pero con algunos fogonazos breves de una luminosidad que hiere.