Una mujer combate la soledad haciendo crucigramas. Una familia acomodada se entera de que su hijo se ha hecho amigo del hijo de un narco. Un hombre sufre impotencia y acude a un inefable urólogo. Otro ve como su tranquila vida como jardinero se altera fortuitamente. Todo un pueblo es masacrado en Guatemala por un contingente del ejército al que habían convidado a un asado...
Los relatos de Ese día cayó en domingo giran en torno a cuatro temas fundamentales: la familia y el amor, la memoria —individual y colectiva—, la muerte y la vida cotidiana. Aquí están todas las claves de la narrativa del autor, considerado uno de los maestros del género en español: el humor, su preferencia por los protagonistas perdedores que encierran toda la dignidad del mundo y el compromiso irreductible con el ser humano.
«Cerrar un círculo, otro círculo. De eso se trataba, ¿no?, de cerrar círculos».
Un escritor que curiosamente responde al nombre de Juan José Millás recibe el encargo del periódico en el que colabora para escribir el que, cree, puede ser su último reportaje. Por ello debe pensar con cuidado el tema que sirva de broche de oro a toda una carrera. La búsqueda del reportaje perfecto despierta en su interior el recuerdo de un episodio de su pasado, envuelto en la niebla entre la realidad y lo imaginado, que lo sitúa frente a una parte de su vida olvidada en el devenir de los años. ¿Qué ocurrió con el director de la sucursal del Banco Hispano Americano al que fue a visitar una mañana de su infancia junto a su madre? ¿Y con su amigo de la universidad, Alberto?
Juan José Millás aborda en esta historia, pertida y honda al tiempo, el misterio de la identidad, los límites de la ficción y el poder de la literatura para dar forma a lo real. Ese imbécil va a escribir una novela supone un salto mortal de Millás como narrador, que juega con el lector en estas páginas como un ilusionista, un mago de la palabra, un deslumbrante prestidigitador.
Una maestra llega a la escuelita y varias vidas cambian. La de esa decena de chicos siempre con ganas de galletitas y gaseosa, que van del garabato a la letra, de los botones de colores a las cuentas matemáticas, de los piedrazos a la poesía. La de Dylan, que un día se asoma desafiante desde el techo. Y la de ella misma, que apenas recibida ha migrado desde un pueblo del interior y completa su salario como moza. De lejos, la Ciudad parece un castillo. De cerca, es una fortaleza inexpugnable. En ese ida y vuelta, clase a clase la Seño va transformándose. Los chicos crecen, las adolescentes se convierten en madres y Dylan, que rescató a un cachorro de morir ahogado y dio de comer en el pico a un pichoncito, busca sosiego a su profundo dolor de niño que ha caído de su propio nido.
Con humor, ternura y una prosa delicadísima, Marie Gouiric nos conmueve desde la primera a la última página y hace que nos preguntemos quién aprende y quién enseña una vez que alguien se entrega de corazón a los demás.