La vida en mi pequeño pueblo era tan estatica como
la de cualquier otro pueblo pequeño de mi país y de
América Latina, la movilidad era escasa, llegándose a
asumir que todos eran provenientes de una misma
tamilia
aunque los orígenes de cada habitante eran
tan distintos que con poco esfuerzo se pódía llegar a
la conclusion de que aquel no era un pueblo
sino un
resumen del mundo mi calle no era la excepción, todos los vecinos parecían haber unido sus destinos
al de la calle misma, cada uno era propietatio de su
en ella vivía; solo-los muchachos de vez en
cuando éramos capaces de violar sin miramientos la
privacidad de una distinta a la de nuestros padres-
en mucho tiempo no hubo ningún cambio
La historia que nos ocupa ocurrió en el primer siglo de la era cistiana, cuando Roma era la rectara del mundo occidental conocido, y todas las naciones de Europa estaban bajo su dominio y el de sus rígidos emperadores.
Los hijos del desastre resuena como una catarsis moral, social y política necesaria en la historia de nuestro país. Sin embargo, el conjunto de poemas que lo compone igualmente trasciende nuestra frontera para trazar el devenir antillano.