La trascendencia de esa investigación, reflejada en el rigor y amplitud de la temática, en su carácter critico y en la objetividad de los conceptos creados en una estructura lógica, nos permite adelantarnos en el sentido que, sin duda alguna, presentamos la obra maestra del autor en materia de su tema apasionante, el carnaval. Se trata de una obra monumental, que de seguro se constituirá en una consulta obligada para el análisis de la confirmación de la nación dominicana y otros muchos temas vinculados a los factores sociales de nuestro devenir histórico cultural.
Las Memorias de Johnny Abbes García esperaron casi medio siglo para ser publicadas. No era necesario que se esperara tanto tiempo para conocer su punto de vista. La historia se reconstruye confrontando distintas fuentes, y la opinión de Johnny Abbes García es demasiada importante como para dejarla pasar inadvertida. Como es de esperarse, estas Memorias son una especie de mea culpa de su autor, y lo que es peor, en la misma se calla sobre muchos acontecimientos que otras fuentes lo incriminan. De todas maneras, estas Memorias deben ser conocidas, y que cada quien se forme su propio juicio.
Poco antes de la medianoche entre el sábado 3 y el domingo 4 de julio, 1982, un abrumado hombre de 71 años de edad está sentado en un antiguo sillón de barbero forrando en piel, instalado en el baño de su oficina. Repasa minuciosamente los detalles de sus últimas conversaciones con su yerno, que lo espera afuera sin sospechar que no saldrá de allí por su propio pie...
Uno de los títulos más recientes del conocido autor dominicano, este no es un libro cualquiera de todos los que narran la historia por uno u otro aspecto de ella. Este libro está escrito para acercarnos a una línea biográfica que nos define a lo largo de nuestra vida nacional, y nos conduce, en el riel historiográfico, a través de un marcado modo de ser. Los magnicidios, que llevan siempre consigo una voluntad alimentrada en la sombra, se nos muestran con toda claridad y su trasfondo secular bajo la pluma de un autor que es ya una vital referencia.
Imaginemos que uno de los hombres más ricos del país, propietario del banco más importante del sistema financiero nacional, incursionando en la política partidaria sin tener experiencia alguna. Imaginémoslo confabulado con la cúpula del partido político más tradicional para arrebatarle por la fuerza del dinero la postulación presidencial al candidato favorito de las bases, para luego enfrentar a un Presidente que busca la reelección, y que está dispuesto a todo para no permitir que lo expulsen del poder. Esto y mucho más froma parte de la trama de la novela Paraíso para perversos de Luis R. Santos. La política y el poder nunca antes habían sido tratados de manera tan certera y magistral en la novela dominicana.
Este no es un libro de análisis. Es una obra de amor, y si de algo me culpo es de no haber acertado a escribirlo con toda la pasión de que es susceptible la naturaleza humana.
Domingo Coronado fue el campeón del primer maratón La Vega-Moca, celebrado en 1928. Muchos años después, Domingo se sienta bajo un almendro junto a su hija Nora a contarle cómo transcurrieron su niñez y su adolescencia que culminó con la famosa carrera. Su amena narración recoge la fundación de La Vega, la leyenda del Santo Cerro, la primera ocupación norteamericana, la llegada del automóvil y la electricidad, hábitos y costumbres de entonces, así como sus preparativos y su peculiar entrenamiento para el maratón junto a su yegua, la Rusilla.
Desde las primeras líneas de esta novela ambientada en Santo Domingo en el lapso de la revolución de abril de 1965, Juan Carlos Mieses nos arrastra hacia el mundo de ayer que sobrevive en la memoria y en el corazón del narrador: un hombre, que al final de un largo exilio, regresa a su ciudad natal "como un triste viajero del tiempo, sin sospechar que sólo en el recuerdo las cosas no cambiaban, que únicamente en la añoranza era inmutable la continuidad del pasado." En esta estremecedora y sorprendente narración —en la cual la ternura convive con la impiedad— ese hombre que había "venido a recuperar su memoria y había tropezado con una ilusión, con un juego de luces y de sombras", recrea con la inevitable y entusiasta complicidad del lector los momentos más dramáticos de su vida; aquellos que definieron para siempre su destino.