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HABLABAN CON LAS BESTIAS

Acogidos a un título que rinde homenaje al famoso libro del etólogo vienés Konrad Lorenz, los ensayos agrupados en Hablaban con las bestias nacen del hermanamiento entre las ciencias y las humanidades, aquí representadas por la historia natural y la filología, que en manos de ciertos cultivadores el linaje que vincula la obra de Plutarco o Lucrecio a la de Desmond Morris o Gerald Durrell, con representantes como el gran D’Arcy W. Thompson pueden responder a un mismo impulso de devoción y conocimiento. Con idea de superar el indeseable divorcio, señalado por Isaiah ­Berlin, entre las ciencias humanas y de la naturaleza, los cuatro autores o exploradores convocados abordan temas como las aves míticas de Grecia en relación con la realidad ornitológica, las dificultades para traducir los nombres de las flores en uno de los libros sobre jardinería y botánica de Vita Sackville-­West, los «peces que nadan entre poemas, recetas y otras letras» y las evoluciones de las aves parlantes desde la Antigüedad a nuestros tiempos. «Las verdades de la Naturaleza orgánica son de una belleza que inspira amor y veneración, y se nos ofrecen tanto más bellas cuanto más penetramos en sus detalles y particularidades», escribió Lorenz.
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TESLA. INVENTOR DE LA ERA ELECTRICA

Se trata de una pregunta que nos inquieta solo de pensarla, tan profundamente dependen nuestras vidas y sociedades del mundo científico-tecnológico de la electricidad. Entre los grandes protagonistas de ese mundo, destaca un serbio que después de estudiar ingeniería en Graz (Austria), emigró en1884 a América, instalándose en Nueva York; un serbio de imaginación y habilidades descomunales, un excéntrico sin miedo a lo desconocido, que gozaba montando espectáculos para promover sus inventos: Nikola Tesla (1856-1943). Es difícil apreciar cuánto debemos a sus inventos: sus ideas y patentes fueron decisivas en la configuración de las bases sobre las que finalmente se sustentaron los sistemas modernos de producción y distribución de electricidad por corriente alterna (frente a los sistemas de corriente continua que defendía su en un tiempo amigo y luego competidor Thomas A. Edison). Utilizando la correspondencia de Tesla, registros de negocios, testimonios legales, publicaciones y aparatos que perviven, Bernard Carlson, un distinguido historiador de la tecnología, ha sido capaz de reconstruir la vida y aportaciones de aquel visionario inventor. Al contrario que otras biografías, en las que lo hagiográfico domina a la exposición informada, esta sitúa a Tesla – cuya personalidad y avatares personales no quedan, en absoluto, al margen – en su contexto apropiado, el de una sociedad, la estadounidense de finales del siglo XIX y comienzos del XX, sumergida en un proceso de cambio acelerado provocado sobre todo por el desarrollo tecnológico. Gracias a Carlson, los lectores de este libro serán capaces de comprender cómo inventaba Tesla, cómo funcionaban sus inventos y qué pasó cuando los presentó. Y todo ello mediante un lenguaje claro y accesible.
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QUERIDO ISAAC, QUERIDO ALBERT

Reconstruir el pasado es tarea compleja y resbaladiza, no importa qué vertiente de ese pasado nos interese. Los historiadores se basan fundamentalmente en fuentes escritas publicadas, pero existe otro tipo de fuente: las correspondencias. Querido Isaac, querido Albert – un guiño a Isaac Newton y a Albert Einstein – reproduce, explicando el contexto en el que fueron escritas, un extenso conjunto de cartas de algunos de los mejores científicos de la historia. Es imposible dar idea de la variedad de temas que tratan las cartas que aparecen en este libro, tanto en su dimensión humana y personal, como en la científica e institucional, un libro que no tiene paralelo en ningún otro publicado hasta la fecha y que en más de un sentido constituye una historia (parcial) alternativa de la ciencia. Entre los muchos episodios que se tratan, se cuentan, por ejemplo, las cartas que cubren el proceso mediante el cual Edmund Halley convenció, y soportó, al siempre reacio Isaac Newton para que escribiera su inmortal libro de 1687, Philosophiae Naturalis Principia Mathematica; la dramática carta que Lavoisier escribió en vísperas de ser víctima de la guillotina; las informaciones que Benjamín Franklin dio al presidente de la Royal Society inglesa de las ascensiones aerostáticas que presenció en París; la reacción de Charles Darwin cuando recibió la noticia de que Alfred Russel Wallace había llegado a la misma teoría de la evolución de las especies que él; la que Galois escribió a Auguste Chevalier la noche antes del duelo que acabó con su vida, resumiendo sus innovadoras ideas matemáticas; las que escribió Albert Einstein a su entonces novia, Mileva Maric, y otras a varios corresponsales que muestran la influencia que la filosofía ejerció para llegar a la teoría de la relatividad especial; la carta en la que Max Planck explicaba a Robert Williams Wood el sacrificio intelectual que tuvo que realizar para introducir los cuantos de luz; o una en la que Francis Crick explicaba a su hijo el descubrimiento de la estructura del ADN.
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