Todo el mundo sueña. Soñar nace del corazón, nos salva y nos transforma. Y todos y cada uno de nosotros tenemos sueños que, en lo más profundo de nuestro ser, queremos cumplir. Pero convertir en realidad un sueño no siempre es fácil porque hay obstáculos que nos impiden hacerlo. La buena noticia es que podemos conseguirlo si sabemos cómo.
¿Por qué algunos sueños se cumplen y otros no? Porque algunos sueños se alinean con las leyes universales de los soñadores. A lo largo de estas páginas, Mayte Ariza nos desvela los secretos y las sencillas fórmulas que debemos seguir para ver nuestros deseos convertidos en éxitos.
¿Qué define quiénes somos? Hasta ahora, la biología nos ha dicho que eran los genes. Hoy, el destacado biólogo Alfonso Martínez Arias rompe con la tradición popular para presentar un argumento revolucionario: lo que nos define son nuestras células.
Basándose en su investigación pionera, Martínez Arias nos revela que estamos compuestos por una sinfonía de células emocionantemente compleja y en constante reorganización que sabe contar, sentir y que da forma a nuestro cuerpo. Aunque el ADN es importante, nuestros genes no explican por qué tenemos el corazón a la izquierda, por qué tenemos cinco dedos en cada extremidad, por qué los gemelos tienen huellas dactilares diferentes o por qué es posible que una madre no tenga el mismo ADN que sus hijos biológicos. En el centro de todo ello hay una nueva y poderosa concepción de la esencia de la vida: nuestras identidades se conforman por las interconexiones existentes entre las células. Estas cooperan para crear algo mayor que ellas mismas: el linaje ininterrumpido que nos conecta con el óvulo fecundado a partir del cual nos desarrollamos y con la primera célula viva de la Tierra, que nos remonta a miles de millones de años de la historia de nuestro planeta.
En Las arquitectas de la vida, Martínez Arias lleva a cabo una revisión radical del presente, así como de toda la historia de la vida, y nos propone un nuevo paradigma para entender la biología, y transforma nuestra manera de abordar las cuestiones de dónde venimos, qué nos moldea y hacia dónde vamos como individuos, como especie y como comunidad.
Una historia del todo.
Las ballenas cantan jazz. Y el cosmos es un oscuro café. Y todos los plátanos son el mismo. El planeta Tierra es un lugar extraño y fascinante que se puede explicar a través de titulares como estos. En 1977 la humanidad lanzó su primera tarjeta de presentación al universo a través de las sondas Voyager. Desde entonces, un disco viaja por el espacio interestelar con sonidos e imágenes de nuestro mundo dirigidos a una supuesta civilización extraterrestre. Sin embargo, aquel mensaje en una botella es difícil de descifrar, entre otras cosas porque no deja entrever algo que sí hacen las narraciones: las pasiones, los sentimientos, los miedos… En definitiva, las emociones.
Las ballenas cantan jazz es una explicación de nuestra singular existencia a Alice, una entidad hipotética y extraterrestre, escrita por Bob, otro hipotético portavoz humano, dispuesto a compartir el extrañamiento de un mundo que, aunque nos es habitual, no deja de ser formidablemente asombroso.
En las últimas décadas, las transformaciones del capitalismo han resultado espectaculares. La expansión de la financiarización ha otorgado a la renta una nueva centralidad como forma primordial del beneficio. Del mismo modo, cantidades ingentes de inversión se han desplazado de la instalación de industrias y la compra de bienes de equipo a los mercados financieros. Y en paralelo, la digitalización y la consolidación de las nuevas corporaciones tecnológicas han producido formas de concentración económica (y por ende de influencia política) prácticamente inimaginables en épocas pasadas.
Estas transformaciones nos obligan a plantearnos preguntas radicales: ¿se puede seguir entendiendo esta economía, cada vez más orientada a la renta y cada vez más digitalizada, como propiamente capitalista? ¿No estaríamos asistiendo a una mutación de tales magnitudes que deberíamos calificar como un nuevo sistema socio-económico; uno al que quizás podríamos dar el nombre provisional de «tecnofeudalismo»? Alrededor de estas preguntas, los artículos reunidos en este volumen tratan de sentar los términos de uno de los debates más importantes de nuestro tiempo.
¿Sabías que la fragancia del cedro aumenta el número de células anticancerígenas de nuestro sistema inmunitario? ¿O que tocar madera (cuanto más nudosa mejor) nos hace sentir inmediatamente más tranquilos? ¿O que el aroma de las rosas nos ayuda a conducir con más calma y seguridad?
Hace quince años, Kathy Willis, profesora de la Universidad de Oxford, leyó un estudio científico que cambió de forma radical su visión de nuestro vínculo con la naturaleza. El estudio demostraba que los pacientes hospitalizados que acababan de someterse a una intervención se recuperaban tres veces más rápido cuando las ventanas de sus habitaciones daban a árboles y no a paredes. Desde entonces, Willis se ha dedicado a investigar las relaciones entre los espacios verdes y nuestra salud, estado de ánimo y longevidad, y los resultados han sido sorprendentes.