En estas cinco cartas que dirige a sus lectores, Ernesto Sabato ahonda en su análisis de nuestra realidad -empezado con Antes del fin- y aboga por un nuevo humanismo, con «la convicción de que únicamente los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana». Los progresos de la ciencia y la técnica han convertido al hombre en un simple engranaje de una máquina de producir y consumir. Esta dramática preocupación por lo económico, la idolatría por la técnica y la explotación del hombre nos han llevado a la masificación, a la globalización, a la clonación, al miedo. Es la crisis de toda una concepción del mundo y de la vida. Pero se vislumbran nuevas esperanzas, otras maneras de mirar el entorno, en el arte, en la resistencia de algunos a la uniformización, en los deseos expresados, que nos hacen tomar conciencia de que se puede resistir al poder de la robotización. Y crear nuevos valores humanos, recuperando los afectos, el gozo, el diálogo, la imaginación, la belleza, la fe en nuestro destino. Como en otras épocas de crisis, salvaremos el abismo e inventaremos un nuevo humanismo.
4 de julio de 1099. Mientras Jerusalén se prepara para la invasión de los cruzados, un griego conocido como el Copta convoca a una reunión con los jóvenes y los viejos, los hombres y las mujeres de la ciudad. El Copta no buscaba unirse a ninguna religión en particular, pero había guardado en su memoria todo lo que había escuchado para poder transmitirlo a las generaciones futuras. "En cuanto a mañana, la armonía se volverá discordia. La alegría será remplazada por el dolor", dijo el Copta. "Ninguno de nosotros puede saber lo que nos reserva el futuro, porque cada día tiene sus buenos y sus malos momentos. Así que olvídense del ejército que espera afuera, y el miedo que acecha dentro. "Hablaremos, por lo tanto, de nuestras vidas diarias, de las dificultades que debemos enfrentar." Y le hicieron preguntas acerca de los verdaderos enemigos, la derrota, la soledad. Le hicieron preguntas con respecto a la lucha, el cambio, la belleza, el camino a seguir.
«SI alguien te pidiera que pensaras en un número, yo sé en qué número pensarías. ¿No me, crees? Piensa en cualquier número del uno al mil. Ahora verás lo bien que conozco tus secretos. Abre el sobrecito.» Un hombre recibe uná carta que lo insta a pensar en un número, cualquiera. Cuando abre el pequeño sobre que acompaña al texto, siguiendo las instruciones que figuran en el documento, se da cuenta de que el número allí escrito es exactamente en el que había pensado. David Gurney un policía que después de 25 años de servicio se ha retirado al norte del estado de Nueva York con su esposa se verá involucrado en el caso cuando un conocido, el que ha recibido la carta, le pide ayuda para encontrar con urgencia a su autor. Pero lo que en principio parecía poco más que un chantaje se ha transformado en un caso de asesinato que además guarda relación con otros sucedidos en el pasado. Gurney deberá desentrañar el misterio de cómo este criminal parece capaz de leer la mente de sus víctimas en primer lugar, para poder llegar a establecer el patrón que le permita atraparlo.
Después de quedar varado en un desierto después de un accidente, un piloto entra en contacto con un pequeño príncipe cautivador que relata su viaje de planeta en planeta y su búsqueda de lo que es más importante en la vida. Durante más de sesenta y cinco años, el clásico de Antoine de Saint-Exupery, El Principito, ha capturado los corazones de los lectores. La historia caprichosa con una sensación de cuento de hadas ha vendido más de 3 millones de copias en todos los formatos. Esta emocionante edición emergente incluye el texto original completo acompañado de hermosas ilustraciones de Saint-Exupery que cobran vida a través de la ingeniería del papel. ¡Perfecto para los fanáticos de toda la vida y aquellos que conocen al principito por primera vez!
En enero de 1909, una estafa realizada por un tal Henri Lemoine contra la compañía De Beers dedicada a la explotación de minas de diamantes acabó adquiriendo notoriedad mundial.
Marcel Proust, cuyo estilo ya se estaba perfilando en los primeros esbozos de la Busca del tiempo perdido, tomó este caso para describirlo a la manera de Balzac, Flaubert, Renan, Michelet o Saint-Simon, recurriendo, con ello, “a plena conciencia, a la parodia”, con la idea de evitar “malgastar el resto de nuestras vidas escribiendo parodias involuntarias”, o leyéndolas.