Publicamos el tomo XII de La Comedia humana que cierra el subciclo de las Escenas de la vida parisiense
Este tomo contiene los siguientes títulos:
Los empleados, publicada originalmente en 1838 con el título de La mujer superior, representa la lucha entre las esposas (mujeres superiores) de dos empleados que aspiran a ascender dentro del mismo ministerio.
Los pequeños burgueses es una de las novelas de Balzac que no pudo acabar. Publicada póstumamente en Bruselas en 1854, refleja como pocas la vida de la sociedad de la clase media de la época. Reaparecen muchos personajes de la novela anterior, ya jubilados, y la historia continúa con la cuestión de la mujer superior.
Los secretos de la princesa de Cadignan se publicó en 1839 bajo el título de Una princesa parisiense. En este tomo, entre otros avatares, veremos brillar con otra luz a algunos de los galanes más significativos de La Comedia humana, como Eugène de Rastignac y Maxime de Trailles, y el inicio del ascenso a la fama del escritor Daniel d’Arthez.
Esplendores y miserias de las cortesanas fue publicada en cuatro partes entre 1838 y 1847 como continuación de Las ilusiones perdidas. Los temas principales tratados en las dos primeras partes son la prostitución y el crimen. La redención a través del arte y la vanidad del artista añaden otros puntos trágicos a la obra.
Además de «El hombre de negocios», este volumen contiene «Facino Cane», publicada en 1837 y escrita en primera persona, comienza evocando la capacidad de observación del narrador.
A los veintinueve años, y tras haber compuesto un buen número de obras para los corrales de comedia, Pedro Calderón de la Barca logró una pieza de capa y espada modélica: La dama duende, amenísimo juego de amores, dudas, osadías y desplantes, cifrados en la tramposa alacena que preside y engrana una acción dramática magistral en su progresión y que se alimenta sobre todo de la confusión y el engaño.
La Divina Comedia está organizada en tres grandes cánticos, «Infierno», «Purgatorio» y «Paraíso». Se trata de una alegoría en la que el hombre, enfrentado a sus propios pecados y tras asistir a la paulatina purificación de los mismos, alcanza en plena liberalización espiritual, la contemplación del origen y fuente de todo saber y toda perfección.