Emily Brontë fue la mediana de las hermanas Brontë y, al igual que Anne y Charlotte, se convirtió en una afamada escritora gracias a su única novela, publicada un año antes de su muerte bajo un seudónimo masculino. Cumbres Borrascosas narra la desgarradora relación entre Catherine y Heathcliff, una historia de amor, pero también de celos, de odio y de venganza. Alejada del romanticismo tradicional, la novela supuso toda una revolución en cuanto a su estilo y su estructura, y aunque la crítica del momento le brindó una tibia acogida, el tiempo ha acabado concediéndole el lugar que se merece como uno de los grandes clásicos de la literatura universal.
La gran novela romántica de la literatura. Una historia de amor imposible y de pasiones que van más allá de la muerte.
Situada en los sombríos y desolados páramos de Yorkshire, esta es la trágica historia de Catherine y Heathcliff. El destino, las pasiones más profundas, los celos, la locura y la venganza envuelven a los personajes de esta grandísima novela, icono de la literatura universal.
La conversación es un arte efímero y privado; quizá el más selecto de todos, ya que son muy pocos los elegidos que tienen la fortuna de escuchar y participar en cualquiera de sus mejores representaciones. Casi todos los que tuvieron el privilegio de conocer a Oscar Wilde coinciden en que era un conversador incomparable. Un aspecto esencial de su lúcida y amena conversación se preserva en los incontables e ingeniosos epigramas que brillan a lo largo de toda su obra; su secreto consiste en que, siendo al mismo tiempo ciertos y falsos, siempre amplían nuestra visión de la vida.
Charles Marlow es enviado desde Londres al Congo en busca del responsable de una explotación de márfil, Kurtz, del que hace tiempo no se tiene noticia. Durante esa aventura, que le lleva a adentraser río Congo arriba, Marlow descubrirá la dureza de la oscuridad de una sociedad colonial brutal y miserable impuesta por los europeos en el corazón de África. Conrad traslada a este libro el viaje que realizara como capitán de un mercante, cuando Leopoldo II de Bélgica era propietario del Congo, que le adentró en las tinieblas y le hizo abandonar la vida de marino y la esperanza en la condición humana.
En todo cuanto tiene que ver con "El Egoísta" perderíamos el hilo de la narración si no recordáramos que se trata de una comedia, no de una tragedia, y que es precisamente el espíritu cómico lo que permite a George Meredith reproducir, sin el riesgo inherente a una exposición histórica que pretende ser fiel a los hechos, «las estructuras elementales del parentesco» de las que depende toda la trama de la novela. Que el espíritu cómico, sin embargo, representara solo a medias las intenciones del autor, como Meredith le había confesado a Stevenson al terminar de escribir la novela, sugiere que la otra mitad suponía, al menos, una amenaza latente en la narración.