Polvo, canto extrañísimo, en cuyo centro se sitúa lo insustancial, lo insignificante, lo casi invisible y, sin embargo, su lectura nos lleva al centro de la vida, de la vida precaria y la que no, de la vida de tantas mujeres que limpian el polvo con dignidad. Un poemario que habla de la dignidad, sobre todo nos habla de la dignidad. ( ) Polvo es un suceso. Blanca Morel pone en juego una poesía en la que sucede la vida, con sus intersticios y sus contradicciones. ( ) Textos cortos como fogonazos, con una forma aforística para acercarse a la realidad, rodeándola con sabiduría, dándonos apenas unas coordenadas mínimas para encaminarnos por los versos. Polvo es un poemario originalísimo. La factura que deberíamos pagar por llevar nuestras lentes a la tintorería. Eso y mirar a la cara a la que limpia la encimera.
Estamos en los años sesenta y Ken Kesey, el autor de "Alguien voló sobre el nido del cuco", ha reunido a su alrededor a los «bromistas», una desmadrada corte de jóvenes radicales embarcados en novísimos proyectos de vida. Recorren los Estados Unidos de costa a costa en un autobús que conduce Neal Cassady (el mítico Moriarty de En el camino, de Kerouac, amado por Allen Ginsberg y por algunos de los mejores espíritus de su generación), y celebran la vida, el éxtasis orgiástico, las drogas que abren las puertas de la percepción. Y tienen a las fuerzas del orden y al F.B.I. en los talones... La utilización de monólogos interiores, diálogos y múltiples puntos de vista, recursos todos ellos provenientes de la literatura de ficción, combinados con técnicas propias del periodismo, como la investigación exhaustiva, las entrevistas minuciosas, el gusto por «la exclusiva» y un ojo agudísimo para el detalle revelador, dan como resultado este espléndido "Ponche de ácido lisérgico".
La obstetra Dra. Sophie Savard regresa a casa con los ritmos dolorosamente familiares de Manhattan a principios de la primavera de 1884 para reconstruir su vida despues de la muerte de su esposo. Con la ayuda de la Dra. Anna Savard, su amiga más querida, prima y compañera medica, planea continuar su trabajo ayudando a las mujeres desfavorecidas que la sociedad preferiría olvidar.
Mientras Sophie se dispone a construir una nueva vida para sí misma, el marido de Anna, el sargento detective Jack Mezzanotte les invita a ambas a consultar sobre dos nuevos casos: la esposa de un prominente banquero ha desaparecido en el aire y el cadáver de una joven se encuentra con heridas desconcertantes que sugieren que un asesino anda suelto. En Nueva York parece que el avance de la mujer ha sacado lo peor de algunos hombres. Incapaces de ignorar la difícil situación de los menos afortunados de Nueva York, estas intrepidas primas recurren a todos los recursos para proteger a sus pacientes.
UN ARTEFACTO PERDIDO.
UNAS VACACIONES FORZOSAS.
... Y TODO ESTO, POR NO MENCIONAR AL PERRO.
Segundo libro de la serie Historiadores de Oxford.
Ned Henry necesita urgentemente un descanso. Obligado por su insoportable jefa a saltar continuamente en el tiempo en busca de un misterioso objeto que constituye una pieza clave en la reconstrucción de la catedral de Coventry, está empezando a perder el norte.
La Inglaterra victoriana de 1888, con sus atardeceres ociosos, el té de las cinco, partidos de croquet en el césped y la tranquila vida campestre, prometen el paraíso. Pero descansar será lo último que hará Ned, dado que tendrá que apañárselas para salvar el continuo espacio tiempo de un colapso total, entre mayordomos victorianos, gatos, espiritistas y detectives aficionados...
¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?», preguntó la señora Winterson a su hija Jeanette cuando ella, recién cumplidos los dieciséis años, le confesó haberse enamorado de otra chica. Curiosa pregunta, pero poco más podía esperarse de una mujer que había adoptado a una niña para hacer de ella una aliada en su misión religiosa, y en cambio se las tuvo que ver con un ser extraño que pedía a gritos su porción de felicidad.
Armada con dos juegos de dentadura postiza y una pistola escondida bajo los trapos de cocina, la señora Winterson hizo lo que pudo para disciplinar a Jeanette: en casa los libros estaban prohibidos, las amistades eran mal vistas, los besos y abrazos eran gestos extravagantes y cualquier falta se castigaba con noches enteras al raso, pero de nada sirvió. Esa chica pelirroja que parecía hija del mismísimo diablo se rebeló, para buscar el placer en la piel de otras mujeres y encontrar en la biblioteca del barrio novelas y poemas que la ayudaran a crecer.