1475. En Vetonia, una ciudad de la Castilla de los Reyes Católicos, vive Caterina, una joven condesa que ha enviudado recientemente. Reside en el palacio de su tío, el marqués de Narros, y pretende crear un importante gremio de sastres y bordadores. Para ello, envía a Guillén, su amante, a Valencia con el propósito de encontrar a los mejores artesanos. A su regreso, Guillén traerá a Juana, una prometedora bordadora, que llenará de amor, suspense, drama y secretos los muros del palacio y trastocará la tranquila vida de Caterina.
Escrita y documentada con un cuidado exquisito, La bordadora es una novela histórica como ninguna otra. En su ópera prima, Consuelo Sanz de Bremond vuelca todo su conocimiento como investigadora de la historia de la indumentaria, costumbres y vida cotidiana para tejer una trama apasionante de romance, intriga y poder en el atractivo mundo de la corte medieval, que se nos muestra aquí con una viveza y autenticidad inigualables.
Billie, Mary Alice, Helen y Natalie han trabajado durante cuatro décadas para el Museo, una exclusiva red de asesinos. Sin embargo, ahora las consideran «de la vieja escuela» y, como la tecnología importa más que la inteligencia, ya nadie valora su talento.
Cuando las invitan a un crucero para celebrar su jubilación, estas no tardan en darse cuenta de que se han convertido en objetivo de la Junta del Museo, que ha ordenado eliminarlas.
Es así como las cuatro integrantes del llamado «Proyecto Esfinge» deberán organizarse por su cuenta, confiar las unas en las otras y esperar que el trabajo en equipo sea la clave de su supervivencia.
La Junta está a punto de descubrir de lo que es capaz una señora de armas tomar.
Polvo, canto extrañísimo, en cuyo centro se sitúa lo insustancial, lo insignificante, lo casi invisible y, sin embargo, su lectura nos lleva al centro de la vida, de la vida precaria y la que no, de la vida de tantas mujeres que limpian el polvo con dignidad. Un poemario que habla de la dignidad, sobre todo nos habla de la dignidad. ( ) Polvo es un suceso. Blanca Morel pone en juego una poesía en la que sucede la vida, con sus intersticios y sus contradicciones. ( ) Textos cortos como fogonazos, con una forma aforística para acercarse a la realidad, rodeándola con sabiduría, dándonos apenas unas coordenadas mínimas para encaminarnos por los versos. Polvo es un poemario originalísimo. La factura que deberíamos pagar por llevar nuestras lentes a la tintorería. Eso y mirar a la cara a la que limpia la encimera.
Guinea ve truncada su carrera como profesora en una universidad de Estados Unidos tras salir a la luz su relación con un alumno mucho más joven que ella. Huyendo del escándalo y en busca de una nueva vida llega al aeropuerto de Buenos Aires, donde descubre que se ha producido un apagón general. Con el teléfono sin red, es incapaz de localizar su destino. Un hombre inquietantemente amable la conduce por la ciudad y le propone alojarse con él y con su hijo adolescente, Vladimir, mientras continúe la situación. Sin combustible ni alimentos, la calle se vuelve un escenario peligroso: todos contra todos. Sin embargo, la mayor violencia late invisible dentro de la casa donde los tres conviven junto a dos perros. Guinea y Vladimir sienten pronto una complicidad que los enfrenta al padre. Otra vez un deseo turbio que ordena y produce el caos, un deseo más fuerte que la sangre y el amor.
Vladimir es una novela profundamente perturbadora, un thriller emocional y erótico en el contexto de un mundo que se apaga.
Louise tiene veinticinco años y aunque es parcialmente sorda hasta ahora ha conseguido construir su vida y maniobrar con esa incapacidad invisible, en gran parte gracias a su poética relación con el mundo:cuando se enfrenta a algún malentendido por su sordera acuden a su mente varios personajes, desde un soldado de la Primera Guerra Mundial a una excéntrica botánica, que la acompañan y ayudan a hacer frente a una realidad cada vez más complicada.
Su último diagnóstico es claro: ha perdido aún más audición de lo esperado y la única posibilidad es que se opere para llevar un implante pero esta decisión no es tan simple como pudiera parecer; el resultado es irreversible y si bien volvería a oír con claridad, implica perder su audición natural y oír todas las voces con un mismo tono metálico. ¿Será capaz de renunciar a reconocer la ironía, o la voz de su madre, y de entrar en un nuevo mundo sin matices?
El corredor es un alarido de metal y literatura cuya virtud primordial es llevar al lector a un paroxismo, a esa exaltación propia de los derviches y pilotos cuyos bólidos están avizorando, en fracciones de segundo, la pared donde habrán de estrellarse, el fuego donde serán desgarrados por engranajes y ángulos enfurecidos. Alejandro Vázquez Ortiz ha logrado escribir un mecanismo narrativo cromado, con varias capas de pintura, donde conviven la violencia y la desesperación, donde el vértigo y el vacío son las únicas certezas. Aceite quemado, autopistas interminables que brillan en el desierto como pistones al rojo vivo, un terraplén de grava y concreto habitados por automóviles, sangre y dolor. Esta novela no es ajena a un fetichismo, no es ajena a nosotros, humanos al borde de todo. Y eso es lo que la vuelve memorable.