En el Retorno 201, una larga avenida rectilínea situada al sur de la Ciudad de México, Guillermo Arriaga pasó su infancia, adolescencia y parte de su juventud. Allí su narrativa se topó con historias que hienden como cuchillos, en donde afloran la violencia y el amor, la ternura y la brutalidad, la paz y la furia. Con agudo instinto callejero, el autor presenta personajes llenos de intensidad y de contradicciones, al límite del caos y enfrentados a complejos dilemas morales. En sus cuentos desnuda el alma humana, como en el escalofriante «Lilly», que narra lo que unos chicos le hacen a su prima con retraso mental; «La viuda Díaz», conmovedor relato de amor de una joven que cuida a su marido enfermo, varios años mayor que ella; «El invicto», donde se revelan los crueles códigos de barrio; o «Trilogía», que retrata la violencia de tres agentes de policía sobre un inocente que cometió el error de pasar frente a ellos.
A mediados del siglo XVI el rey Juan III ofrece a su primo, el archiduque Maximiliano de Austria, un elefante asiático. Esta novela cuenta el viaje épico de ese elefante llamado Salomón que tuvo que recorrer Europa por caprichos reales y absurdas estrategias.
El viaje del elefante no es un libro histórico, es una combinación de hechos reales e inventados que nos hace sentir la realidad y la ficción como una unidad indisoluble, como algo propio de la gran literatura. Una reflexión sobre el sentido de la vida humana, con sus afanes, desvelos y ambiciones, con su irremisible final, en la que el humor y la ironía, marcas de la implacable lucidez del autor, se unen a la compasión con la que José Saramago observa las flaquezas humanas.
Los monstruos existen, pero no como los imaginamos. Se camuflan entre la gente utilizando la ropa y el maquillaje para ocultar su naturaleza. El narrador de este libro es uno de ellos. Sufre una grave enfermedad de la piel que le lleva a evitar las playas y la ropa de verano y se ve reflejado en las vidas de otros monstruos con su mismo mal.
La piel humana es el órgano más extenso del cuerpo y es también nuestra presentación ante el mundo. La piel delata la raza, la edad, la experiencia y hasta el carácter de cada uno. La piel nos aísla y a la vez nos comunica con los demás.
Muchos nombres conocidos han sufrido una vida condicionada por la mala piel —Stalin y el narco Escobar, los escritores Updike y Nabokov, la cantante Cyndi Lauper y algún personaje de Scorsese desfilan por estas páginas— y sus peripecias, junto a las del narrador, nos hablan de imagen y cosmética, de nuestra sociedad hipermedicalizada, y de racismo o clasismo. En suma, de una experiencia muy humana: el miedo a que nos vean como de verdad somos.
En Vida de este chico, Tobias Wolff narra sus recuerdos de niño y adolescente, cuando, divorciados sus padres, recorría con su madre con la que formaba una auténtica «pareja telepática» las carreteras de Estados Unidos de un lado a otro del país.
Toby o Jack, como le gusta llamarse a sí mismo en homenaje a su adorado Jack London absorberá entre mapas, whisky, peleas a puñetazos, amistades y traiciones, la esencia de esa América de los años cincuenta que marcará irremediablemente su juventud. Una juventud con toques minimalistas y dickensianos a un tiempo y que sirve aquí a su autor para trazar con humor y ternura el retrato de un tiempo pasado en el espejo de su propia imagen.
Margot Davies, desde niña, ha vivido atormentada por el caso de la pequeña January, una amiga de la infancia cuyo asesinato nunca fue resuelto. Veinte años después, convertida en periodista, se ve obligada a volver a su pueblo natal, un lugar opresivo del que siempre quiso huir, para cuidar de su tío enfermo. Poco después de su regreso, otra niña desaparece en circunstancias similares a las de January, y Margot deberá cubrir el caso para su periódico.
Sin embargo, obsesionada por los fantasmas del ayer, decide investigar ambos casos en paralelo, enfrentándose a una comunidad que no quiere remover el pasado. Cuanto más profundiza en su investigación, más resistencia encuentra y más lejos se siente de la verdad. ¿Está su obsesión llevándola a cometer errores en su trabajo, o está realmente tras la pista de un asesino? ¿Qué riesgos corre al desenterrar secretos ocultos durante más de dos décadas?
Faltan tres días para Semana Santa y, mientras Siglufjordur se llena de turistas ansiosos por disfrutar de las magníficas pistas de esquí de la zona, el cuerpo sin vida de una joven es hallado en la calle principal. El comisario de policía Ari Thór deberá ocuparse de un caso que se complica a pasos agigantados y que lo llevará hasta una residencia de ancianos en la que se han descubierto una serie de misteriosos mensajes. ¿Tienen algún tipo de conexión con la chica asesinada? Mientras, una tormenta se acerca a gran velocidad y cobra más fuerza de la prevista: se produce un apagón y Siglufjördur queda completamente aislado del resto del mundo. En la oscuridad más extrema, Ari Thór deberá perseguir a un culpable que escapa una y otra vez, mientras intenta juntar las piezas de una investigación que sacará a la luz una verdad que no dejará a nadie indemne.