Una excelente colección de relatos en los que la memoria, la deriva de la Revolución y un alegato por la libertad son protagonistas.
Aunque todos los relatos aquí reunidos han sido escritos fuera de Cuba, es importante recordar, sin embargo, que tomaron forma en esa otra Cuba inagotable que Abilio Estévez, para bien o para mal, lleva consigo. Y esos relatos desean responder al secreto de un país en peligro de extinción. Su intención es dar la vuelta a la historia que han vivido los cubanos, observarla desde otro punto de vista, un lugar lejano al que no llegan los tópicos y las alabanzas, y procurar entender la vorágine en que se ha transformado la isla. Historias que son testimonios de un fracaso. Que quieren dar fe del deseo de vivir incluso en medio de tanta frustración y hundimiento. Sus protagonistas han perdido el recuerdo o resulta que recuerdan demasiado —la otra forma de olvido—. Son personajes que crean una realidad paralela para soportar la mezquindad del día a día. Que en medio de un desastre incomprensible se proponen resistir.
Lo que no vi se hará palabra por palabra tímido tremor entre los versos. Lo que no sentí se hará número en la estrofa: el nudo ligero de tus manos el sitio de delicias escondido donde el tobillo ataja el cuerpo el lugar más oscuro de los muslos la dulce dureza de tus nubes. Dos minutos quedan decías de salida Ernesto en las quebradas. Como los primeros fuiste el último sudor, niño, pájaro de vuelta. Buscaré en mi boca, lejos el azoro de tu humedad multiplicante cuando esté seca buscaré, la noche ya llegada la apurada claridad de tu simiente.
Floresta de Prosa y Verso fue publicada como serie cerrada coleccionable entre enero y junio de 1936 por un grupo de jóvenes estudiantes de la entonces innovadora Facultad de Filosofía y Letras de Madrid. Reunió en sus páginas la creación primeriza de un numeroso grupo de jóvenes escritores junto a la colaboración de maestros y autores consagrados que presidió cada uno de los números: Juan Ramón Jiménez en dos ocasiones, Azorín, Lorca, Aleixandre. El resultado fue un conjunto misceláneo y muy representativo de la diversidad y complejidad del panorama literario del momento. Revista de espíritu abierto e integrador, colaboraron en ella jóvenes republicanos, liberales y progresistas, junto a conservadores, monárquicos y falangistas de primera hora. Entre los que sobrevivieron y mantuvieron tras la guerra su actividad literaria, se hallan figuras destacadas del exilio, como Francisco Giner de los Ríos o Joaquín Díez-Canedo –que dirigieron en México a partir de 1945 la colección de poesía Nueva Floresta,
Lola Acosta viaja de Madrid a Londres tras la pista de su padre biológico, Peter Russ, la mayor estrella de la música española de los noventa, que desapareció veintitrés años atrás al inicio del concierto más importante de su carrera. Su investigación irá revelando cómo el suceso transformó a todo su entorno: el hermano del cantante, la exnovia, el mánager, los amigos, el padre, la madrastra... Poco a poco, Lola descubrirá qué le sucedió a su padre hasta conocer una verdad que quizá hubiera estado mejor escondida.
Una historia adictiva que habla de los pecados de juventud, las relaciones sentimentales prohibidas, la crueldad de los celos y la envidia y la épica del amor a través de una trama tejida con mucha habilidad y narrada mediante una prosa sencilla y virtuosa.
Una magnífica novela plagada de intrigas y secretos que explora los claroscuros del amor y la familia con la música como hilo conductor y la nostalgia de los noventa como telón de fondo
La plácida existencia de Francesca, casada y con dos hijos, se ve completamente sacudida por la llegada de Robert Kincaid, un fotógrafo nómada, libre y generoso, que transforma en ternura toda su energía. El destino los une inexorablemente cuando se encuentran en el otoño de sus vidas. Su amor, corto como una tarde madura, fue sin embargo tan profundo como las raíces de un árbol. Sus cenizas se encuentran esparcidas muy cerca de los puentes de Madison. Y, así, en apenas doscientas páginas, Robert James Waller nos devuelve el gusto de recordar que la pasión no tiene edad en una novela que es ya un clásico que se recomienda de generación en generación.
Pier Paolo Pasolini siempre tuvo una fuerte vocación por dialogar con sus lectores, admiradores e incluso enemigos. A partir de 1960, la revista Vie nuove dedicará una sección para que el escritor italiano respondiera semanalmente a cartas de obreros, estudiantes, aspirantes a escritor o amas de casa en busca de consejo e inspiración, para compartir lecturas e incluso para polemizar con sus ideas y sus libros. Pasolini se muestra duro y comprensivo, amable y riguroso, implicándose con pasión en las respuestas a las cuestiones que le plantean.