La tercera entrega de la trilogía El Señor de los Anillos.
Los ejércitos del Señor Oscuro van extendiendo cada vez más su maléfica sombra por la Tierra Media. Hombres, elfos y enanos unen sus fuerzas para presentar batalla a Sauron y sus huestes. Ajenos a estos preparativos, Frodo y Sam siguen adentrándose en el país de Mordor en su heroico viaje para destruir el Anillo de Poder en las Grietas del Destino.
Cuando Eric recibe su primera misión como agente secreto de la ASEN, no espera tener que hacerse pasar por estudiante universitario. Y mucho menos tener que hacerse amigo de Martín, el chico más popular (y más cretino) del campus, lo que convertirá la misión en todo un reto.
Al principio, Martín no es más que un objetivo para él. Y, para Martín, Eric es solo un extraño con intenciones ocultas. Pero las chispas no tardan en saltar entre ellos y, quizá, no sean tan diferentes como ellos piensan.
¡Una novela basada en el anime de Makoto Shinkai!
Suzume tiene diecisiete años y vive con su tía en una tranquila ciudad portuaria de Kyushu. Un día se cruza con un atractivo joven de camino al instituto que le dice que está buscando una puerta. Suzume acude a las ruinas que hay en las montañas para intentar seguirle el rastro, donde encuentra una vieja puerta blanca, lo único que queda de pie entre un montón de escombros. Como atraída por ella, alarga la mano para tocarla y...
Así empieza la historia de Suzume cerrando puertas, un relato que conecta el pasado con el presente y el futuro.
En 1996, Sagrario murió baleada en la entrada de su residencia; los disparos alertaron a los vecinos, incluyendo a Hiram, el hijo mayor de la familia Ruvalcaba, de apenas ocho años. Poco después, en 2000, también a Rocío le arrebataron la vida de forma violenta:
fue asesinada y sepultada a medias en la sala de su casa. En 2005, la frontera simbólica entre un asesinato noticioso, anónimo, y el de alguien consanguíneo se quebró. El Jalisco rural y semiurbano se había convertido en una tolvanera de cadáveres, y uno de ellos era el de Antonio Ruvalcaba, el tío del autor.
Tres asesinatos, apenas tres muertes entre todas esas que no somos capaces de contabilizar ni de reconocer. A partir de ellas, Hiram Ruvalcaba entreteje una impresionante novela debut que, desde la autoficción, lo posiciona como digno heredero de la tradición literaria de las tierras de Rulfo y Arreola.
1917. En un campo de batalla cerca del río Escaut, John yace sin poder moverse ni sentir las piernas tras una explosión. Luchando por concentrar sus pensamientos, se pierde en la memoria mientras cae la nieve.
En 1920 John ha regresado de la guerra a North Yorkshire. Está vivo, pero no entero. Vive con Helena y reabre su negocio de fotografía, intenta seguir viviendo, pero el pasado irrumpe insistentemente en el presente, cuando los fantasmas empiezan a aparecer en sus fotografías.
Así comienza una narración que abarca cuatro generaciones de conexiones que se encienden y reencienden a medida que avanza el siglo y a veces, en momentos radiantes de deseo y trascendencia, unas chispas vuelan hacia arriba, obrando sus transformaciones décadas después.
En el París de los años 20, un veterano recibe la misión de encontrar a un soldado desaparecido durante la Primera Guerra Mundial. En los ojos de la madre reconoce el destello de loca esperanza de quien ha perdido a alguien, pero también sabe que ha buscado rastros de muchos soldados barridos por el conflicto y hasta ahora no ha encontrado a ninguno: a pesar de todo, sigue haciéndolo porque es la única manera que ha encontrado de perdonarse a sí mismo por seguir entre los vivos. En busca de Émile se adentrará en los campos de batalla, ahora fríos, e interrogará a exsoldados y testigos que solo buscan olvidar.