Una aventura épica.
Andalucía, 1587. En medio de un pueblo arrasado por la peste, uno de los comisarios de abastos del rey Felipe II encuentra a un niño que aún se aferra a la vida. Arriesgando su carrera, lo rescata de las garras de la muerte y lo lleva a Sevilla, sin poder imaginar lo que acabará suponiendo ese acto.
Una Sevilla en la que ricos y pobres luchan por sobrevivir.
Unos años más tarde, el joven Sancho se encuentra en las calles de una sociedad moldeada por la pobreza, la guerra y las intrigas. Abandonado a su ingenio y voluntad, crecerá para convertirse en el defensor de los desfavorecidos y las causas justas, y junto a sus compañeros tendrá que enfrentarse a un desafío de cuya resolución dependerá el mismo destino de la ciudad de Sevilla.
Una historia que te cambiará para siempre.
La leyenda del ladrón despliega en sus páginas una magistral historia de aventuras, esperanza y amor en la Sevilla del siglo XVI, en la que los protagonistas batallarán contra las injusticias y adversidades para encontrar su lugar en el mundo.
Es este un libro de ambición lenta, que no tiene prisa por llegar ni esconde ningún as en la manga. Un libro que juega con todas las cartas encima de la mesa: un paisaje de origen en la raya extremeña con las tierras de Portugal; una curiosidad sin engolamientos hacia el arte de la fotografía y las miradas que se ocultan y desvelan detrás de las cámaras; dos o tres o cuatro nombres de mujer -Acácia, Lucía, Joaquina, Pascale- que trenzan el espacio del encuentro y de la pérdida; la historia que no se quiso escribir sobre el hombre que surgió del exilio; algunas viejas fotografías que giran y giran hacia alguna parte. Una mirada narrativa excepcional en diez momentos y un prólogo (y la lucha de clases).
Los dos libros de viajes reunidos en este volumen están escritos en la estela del éxito obtenido por Cela con Viaje a la Alcarria (1948). Los dos tienen un origen común: el viaje que, por encargo del diario Pueblo, realizó el autor en el verano de 1948 por buena parte de España.
A partir de las crónicas redactadas para la ocasión, Cela armaría, años después, Del Miño al Bidasoa (1952) y, en estricta continuidad, Primer viaje andaluz (1959), con los que confirmaría su maestría en un género en el que reflejó su amor al vagabundaje y su personalísima visión de las gentes y las tierras de su país.
En el castillo de Argol es un particular homenaje que Julien Gracq rinde a la novela gótica y al Parsifal de Wagner, considerado por el autor como una indagación en la parte demoníaca que tiene todo mito de redención, en la doble naturaleza de todo salvador: «Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal». Así, rodeado por tormentas, mares amenazadores y bosques siniestros, Albert, último heredero de una familia noble, llega a su casa solariega de Argol, en la inhóspita Bretaña. Su retiro espiritual se verá pronto roto por la llegada de Herminien, su mejor amigo, y de una extraña muchacha llamada Heide, poseedora de una belleza tal que «antes incluso de que fuera percibida, era sentida como única».
El triángulo amoroso está formado y el escenario dispuesto para un intenso drama.