Barrett Bloom espera que la universidad sea una oportunidad para empezar de cero tras su complicada experiencia en el instituto. Pero cuando el 21 de septiembre empiezan las clases, todo se complica. Un chico la humilla en la clase de física, su entrevista para el periódico de la universidad es un desastre y, por si fuera poco, esa misma noche, durante una fiesta, provoca un incendio de forma accidental. Presa del pánico, huye a su habitación, pero su compañera ha cerrado la puerta, así que se queda dormida en una sala común.A la mañana siguiente, para su asombro, Barrett se despierta en su habitación, sin olor a humo ni sueños rotos. Vuelve a ser 21 de septiembre. De nuevo. Y tras un enfrentamiento con Miles, el chico de la clase de física, descubre que no es la única en esa situación: él lleva meses atrapado.Cuando sus intentos de arreglar su línea temporal fracasan, Barrett acepta colaborar con Miles para intentar encontrar una solución. Pronto se ven explorando los misterios que subyacen en la universidad y viviendo aventuras salvajes y románticas. A medida que empiezan a enamorarse el uno del otro, deben enfrentarse a una pregunta con difícil respuesta: ¿qué pasará con su relación si finalmente consiguen pasar al mañana?
En 1761, en un soleado día de septiembre, un rey y una reina se conocieron por primera vez. Se casaron en cuestión de horas. La princesa alemana Carlota de Mecklemburgo-Strelitz era guapa y terca, y poseía una inteligencia feroz; unos atributos que no eran precisamente los que la corte británica buscaba para la esposa del rey Jorge III. Sin embargo, su ferocidad y su independencia eran justo lo que necesitaba, porque Jorge tenía secretos, unos secretos capaces de sacudir los cimientos de la monarquía. Sumergida de lleno en su nuevo papel como miembro de la familia real, Carlota debe aprender a moverse en la compleja política de la corte, al tiempo que protege su corazón, porque se está enamorando del rey, aunque él la aparta de su lado. Pero, sobre todo, debe aprender a regir y a comprender que le han otorgado el poder de rehacer la sociedad. Debe luchar: por ella, por su marido y por sus nuevos súbditos, que recurren a ella en busca de guía y de protección. Porque nunca volverá a ser Solo Carlota. Y debe cumplir con su destino como reina.
Una noche. Dos amigos de la infancia. Y un affaire realmente escandaloso. Exhausta y rozando la fecha límite para entregar un artículo que podría encumbrarla o destruir su carrera, la periodista de investigación Georgia Ross está al borde de un colapso. La cancelación de su vuelo la ha dejado atrapada de madrugada en una ciudad sin alojamiento disponible, así que, cuando una cara familiar le ofrece ayuda, parece que la vida por fin le da un respiro. Alec Kim, el hermano mayor de una amiga de la infancia, es guapo, humilde y amable; el tipo de hombre que Gigi había olvidado que existía tras un desengaño amoroso. Una tarde de reconexión seguida de una noche apasionada parece un regalo caído del cielo. Hasta que Gigi se da cuenta de que su infancia no es la única razón por la que Alec le resulta tan familiar
En el mundo frío y sin escrúpulos de la mafia, ¿tiene cabida el amor?
«Whisky y pasión. Noches sin dormir. Piel tatuada, camiseta blanca y manos ásperas. Amor, lujuria y felicidad. Él lo era todo.»
Elena es una romántica, conocida por dulce carácter, en un entorno que es muchas cosas, menos sencillo. Ha sido la hija predilecta, la niña bonita en familia de la mafia, hasta ahora. A Nicolas Russo su fama le precede. Tan atractivo como peligroso, es el futuro cuñado de Elena, pero todo cambiara cuando sus miradas se crucen por primera vez.
Él representa todo lo que Elena odia, pero también aquello que más anhela, siempre cerca, diciéndole lo que ha de hacer, despertando sentimientos y sensaciones hasta ahora desconocidos para ella. Pero todo el mundo sabe que, aun en un mundo ideal, nadie se enamora de un hombre así, ¿verdad?
La guerra en Operetta ha alcanzado un punto crítico. Las diferencias entre ambos bandos parecen irreconciliables y confraternizar con el enemigo se considera alta traición.
Mark e Ivan caminan sobre la cuerda floja y han empezado un juego de alto voltaje. Besar a tu enemigo jurado es una cosa, pero empezar a conocerlo y pasar más tiempo con él es otra muy distinta.
Lee y Peterson ya no son solo niños ricos. También han cruzado la raya y ahora tienen que hacer frente a las consecuencias de sus actos. En un mundo en el que las apariencias lo son todo, deberán elegir entre seguir las normas o dejarse llevar por lo que sienten.
Dicen que quien juega con fuego termina quemándose. Y ellos parece que no han terminado de aprender la lección.
¡Hola!
Me llamo Verónica Jiménez, tengo treinta y ocho años y soy una mujer independiente, trabajadora, autónoma y, según dicen quienes me conocen, bastante cabezota y controladora. Vale, lo confieso, lo soy. Pero ¿acaso hay alguien perfecto?
Yo era de las que creía en princesas y príncipes, hasta que el mío se convirtió en un sapo y decidí que el romanticismo no era para mí. Así que para horror de quienes me rodean, me impuse tres reglas para disfrutar del sexo sin compromiso.
La primera: no enrollarme nunca con hombres casados. Soy de las que respetan y jamás hago nada que no me gustaría que me hicieran a mí.
La segunda: el trabajo y la diversión nunca han de mezclarse. No no. ¡Ni loca!
Y la tercera, pero no por ello menos importante: siempre con hombres menores de treinta años. ¿Por qué? Pues porque sé que ellos van a lo mismo que voy yo: ¡a disfrutar!
Te aseguro que hasta el momento estas normas me han dado muy buenos resultados. Sin embargo, en uno de mis viajes de trabajo he conocido a Naím Acosta, un hombre de unos cuarenta, seguro de sí mismo, atractivo, sexy y tremendamente romántico, que me está volviendo loca.
Es verlo y el corazón se me acelera. Es oír su voz y toda yo me acaloro. Es pensar en él y noto que en mi estómago corren elefantes en estampida. Sé que somos muy diferentes, pero los polos opuestos se atraen, y nosotros no paramos de chocar, y probar y… y… y…
Bueno, mejor me callo, dejo que leas y cuando termines ya me dirás si tú habrías probado… ¿O no?