Una apasionante historia de traiciones privadas y públicas, de tensiones familiares que abarcan a toda una sociedad.
Cuando el periodista Gabriel Santoro publicó su primer libro, no pensó que la crítica más destructiva fuera a ser escrita por su propio padre. El tema de su libro parecía inofensivo: la vida de una mujer alemana que llegó a Colombia poco antes de la Segunda Guerra. Pero el padre de Santoro se sintió traicionado. ¿Por qué? En el libro hay algo que Santoro no había previsto. Entre las frases se esconde un secreto.
Ahora Santoro ha empezado a descubrir cuál es. Mientras se interna en el corazón de la vida de su padre, mientras revela los secretos del presente, otras cosas irán saliendo a la luz: las formas en que la guerra que ocurría al otro lado del mar invadió la vida de quienes estaban de este lado; los sucesos de la década de los cuarenta, que en Colombia «destruyeron familias, trastocaron vidas, arruinaron destinos», etc.
«Esta es la historia de un hombre que sin saberlo fue su siglo y la de un lugar que se condensa aquí en un nombre propio: Germán Alcántara Carnero, una historia de violencia incontenible y natural que exige ser contada como una biografía discontinua y que no debía empezar aquí.»
Así comienza El cielo árido, la historia de Germán Alcántara Carnero: de su tiempo, de los hombres y mujeres que vivieron a su lado y de la meseta inexistente en la que Monge destila las esencias de una Latinoamérica salvaje. Un lugar árido, dónde las únicas constantes parecieran ser la soledad, el sol inagotable, la violencia, la lealtad, y la lucha cotidiana por hacerse de una escala de valores que dote de sentido a la existencia.
Ramón Martínez es un abogado de éxito, un ateo convencido y un padre de familia como otro cualquiera. Pero todo cambia el día que Ramón tiene que ser operado y pierde la lengua ―y con ella la capacidad de hablar― y comienza para él una silenciosa tragicomedia. Carmela, la mujer de Ramón, comenzará a tener discusiones diarias con un marido que no puede contestarle; Paulina y Mateo, sus hijos adolescentes, tendrán que afrontar la nueva situación mientras lidian con sus propias obsesiones (la obesidad y el onanismo). Elodia, la asistenta supersticiosa, busca una cura milagrosa para su jefe, que acude a terapia con Teresa, una psicoanalista, que cultiva marihuana en su ático. En medio de todo este barullo, Benito es el nuevo miembro de la familia: un loro de una especie en peligro de extinción con el que, paradójicamente, Ramón se comunica mejor que con sus seres queridos y que es capaz de blasfemar y gritar todo lo que Ramón no puede.
Bella y oscura narra la infancia vivida y soñada de una niña que viaja desde la soledad del orfanato hasta el marginal Barrio, donde la acoge una singular familia: doña Bárbara, su abuela, mujer de poderosa presencia; Amanda, su tía, sometida a Segundo, un marido pendenciero; Chico, su primo, taciturno observador de la actividad del Barrio; Airelai «la katami», la diosa-niña, la enana que conserva intacta la imaginación y la magia; y, finalmente, Máximo, el esperado padre, admirado por todos.
Esta novela no puede leerse sin sentirse conmovido y atrapado por el relato alegórico de lo que poseemos sin haberlo conquistado: la sabiduría de la infancia. Es la evocación de un tiempo pasado, solitario, germen necesario de la libertad; es la belleza que la fantasía extrae de la crueldad y de los inocentes olvidos de la niñez.
Publicado cada uno de ellos a lo largo de una extensa trayectoria, los textos que componen el presente libro son un recorrido sutil y hermoso por el camino de una vida. Un todo -el que establecen El territorio de la memoria, La foto de los suecos, Ojalá octubre y El niño descalzo- con el que se viaja desde la más tierna infancia, evocada por una fotografía hallada fortuitamente, pasando por la insospechada mirada del padre abocado al final de la esperanza, hasta la serenidad del abuelo en la que se imprimen las huellas de tres generaciones.
Juan Cruz Ruiz, con la prosa preciosista, sensible y lúcida que lo caracteriza, deshoja uno a uno los pétalos de la propia experiencia para ofrecer así al lector una sincera crónica de la maraña humana, con sus alegrías y sus tristezas.
Melisandra balancea sus piernas sobre el río que corre lentamente junto a la hacienda de su abuelo. Aguarda, con la calma propia de los habitantes de Fagua, la llegada anual de los contrabandistas que traerán las últimas noticias del mundo. Pero esta vez con ellos llega un forastero desconocido que le propone emprender juntos la aventura con la que siempre soñó.
Siguiendo el curso del río, internándose en la selva, dos jóvenes emprenden un viaje para encontrar Waslala, el paraíso en cuya búsqueda se perdieron los padres de Melisandra, un lugar utópico y legendario que parece haberse esfumado, dejando tan sólo la huella de un ideal imposible, un sueño maravilloso grabado en el recuerdo de unos pocos.