William Faulkner rinde homenaje a la aviación, un mundo de seres temerarios que no dudan en poner su vida en peligro por un instante de gloria en el aire, ante la mirada de asombro de los asistentes al espectáculo de vuelo. En este escenario se desarrolla la historia de un original trío amoroso formado por la rubia Laverne, Roger Shumann y un paracaidista, personaje oscuro, siempre cojeante. Junto a ellos un reportero sin nombre, en el que no resulta difícil reconocer rasgos del propio autor. Durante los días que dure el festival aéreo, se dejará arrastrar por estas personas extraordinarias que parecen vivir solo para sus máquinas de volar.
En el último volumen de Pies descalzos descubrimos a un Gen más maduro y fuerte. Con él compartimos algunas alegrías: recupera a su hermano Koiji; descubre que su gran pasión es la pintura; los éxitos compartidos con los diseños de Natsue y Katsuko; o cuando descubre el amor junto a Mitsuko. No obstante, también sufriremos con él cuando sienta impotencia ante la guerra contra Corea y la amenaza por parte del ejército estadounidense; cuando pierda su casa, el hogar de sus padres y lo último que le queda de su familia; o cuando empiece a ser consciente de que la bomba todavía sigue cobrándose vidas. Desde el día de la tragedia han aumentado los casos de cáncer y otras enfermedades terminales, y todo apunta a que la siguiente víctima será Natsue.
Desde que estalló la bomba atómica, hace casi tres años, Gen no había sentido esperanza. Pero quizá es posible que vuelva a ser feliz a pesar de todo. Además de a su familia, tiene a un grupo de amigos con planes para el futuro. No obstante, el desastre de la bomba sigue atormentando a los supervivientes. Entre ellos se encuentra el señor Hirayama, quien antes de conocer a Gen y a su variopinta pandilla estaba convencido de que solo le quedaba esperar la muerte. Acogido como un nuevo padre, recobra las fuerzas para escribir una dura crónica sobre Japón.
La historia de Gen es la de un superviviente que nos muestra, a través de su mirada, cómo su mundo se convierte en un infierno. Con tan solo seis años, conoce el sufrimiento de los que pierden a un ser querido a manos de la guerra; o de los que, como Natsue, la niña que conoce pocos días después del ataque, han quedado desfigurados por las quemaduras. Gen, su madre y su hermana Tomoko, nacida de forma prematura a causa del estrés postraumático, deberán aprender a vivir en una ciudad en la que solo parece tener cabida la desesperación. La desgarradora tragedia de Gen se inspira en la experiencia del propio autor, que en agosto de 1945 también era un chiquillo de seis años incapaz de comprender lo que ocurría.
Esta monumental obra es una oda a todos aquellos que sobrevivieron, un homenaje a los que perdieron la vida y un recordatorio de los horrores que el hombre es capaz de crear. Pies descalzos no solo trata los terribles efectos de la bomba atómica, sino que también muestra los dilemas éticos a los que debe enfrentarse una familia humilde cuyo único deseo es poder vivir en paz en el marco de una cultura conservadora, militarizada y entregada a una causa bélica.
La obra de Krynicki está fuertemente marcada por su activismo político, que hizo que sus poemas estuvieran prohibidos en Polonia entre los años 1976 y 1980. «Piedra, escarcha» es el primero de sus libros que se traduce íntegramente al castellano y una pieza especial en su producción, pues documenta sentido de la distancia inédito en sus trabajos anteriores.Hay en este volumen testimonios de una escucha continua: el autor capta del lenguaje el ruido, los recién llegados, la suciedad y los crujidos. La sensación constante de difuminar la frontera entre el sueño y la vigilia, la vida y la muerte, la mirada al pasado profundo, los diálogos con los muertos.
Todo comienza como un relato bellísimo sobre la vida de provincia en un pueblo atemporal, y desemboca en uno de los acercamientos más delirantes sobre la esencia mítica de la literatura italiana. La piedra lunar es la primera novela de Tomaso Landolfi —uno de los autores predilectos de Octavio Paz—, considerada su obra maestra de juventud, y con ella deslumbró al mundo literario de su tiempo. Pocas veces podemos toparnos con una prosa parecida a la de Landolfi: precisa y a la vez evocadora de la esencia misma de lo etéreo. Parece que estuviésemos suspendidos en un tejido onírico que se adentra más y más en la realidad, ese sueño que ha perdido la conciencia de sí mismo. Los personajes van pasando de una cotidianidad que jamás se acepta del todo, hasta estallar en un espacio luminoso de sombras que se mueven al compás de la luna: luz tenue que deja adivinar los deseos y la idiosincrasia de seres que viven entre nosotros pero que no han perdido su vínculo con las potencias primigenias. Landolfi nos muestra el punto de inflexión que une y separa el mundo habitado por seres solares, de vigilia, del mundo lunar, nocturno, y lo hace de tal forma que lo único que el lector obtiene al final de la lectura, es un sabor indefinible de que acaba de presenciar un suceso extraordinario: adentrarse en la esencia misma de la literatura y perderse en ella.