En el verano de 1959 Joyce Haney, una ama de casa con dos hijas pequeñas, desaparece sin dejar rastro. La primera en llegar a la casa y darse cuenta de su ausencia es su asistenta del hogar, Ruby Wight, quien, por ser afroamericana, es inmediatamente detenida como sospechosa, en lugar de como testigo.
El detective al cargo del caso, Mick Blanke, intentará atar cabos, pero ante la falta de pruebas deberá recurrir a la ayuda de Ruby para descubrir quién se esconde detrás de Jocey, de su marido, de sus vecinas y de todas las caras sonrientes que viven en esta localidad californiana en la que nada es lo que parece y en la que claramente nadie dice la verdad.
El escritor don Guillermo Bogarín sonríe satisfecho al pensar en el selecto grupo que ha logrado reunir: ha merecido la pena el trabajo dedicado durante meses a preparar ese tour por Europa. Apenas quedan dos días para el 25 de septiembre de ese año 1893 para que esos nueve viajeros partan de la estación de Lyon en París para recorrer, durante casi dos meses, parte de la Italia recién unificada, algunos territorios de Austria-Hungría y ciertos lugares de las nuevas fronteras del Imperio alemán. Son el arquitecto Jacobo Figueroa y su amigo, el ambicioso empresario Juan Álvarez-Caballero; el intransigente pintor impresionista Ferdinand Mercier, su buena amiga Jeanne Leroy, empresaria teatral de éxito tras la muerte de su marido, a quien acompaña su sobrino, el inconstante Henri Collet; la condesa rusa Karimova; la señora Dupont, propietaria junto a su marido de una editorial de música y promotora de jóvenes talentos de este arte, y Clara Balaguer, virtuosa violinista y una de sus representadas.
Se llamaba Sheindla-Sura Leibova Salomoshak-Bluwstein, aunque la historia la recuerda por su apodo: «Soñka, manos de oro». Había nacido en Varsovia en 1846, y a finales del siglo xix se convirtió en una leyenda por sus ingeniosas maneras de estafar. Ocupó las portadas de los diarios más leídos de la época: la llamaban «Diablo con falda», «La versión femenina de Robin Hood» o «La zarina del crimen». Engañaba y robaba a los hombres ricos en los hoteles de Odesa, Moscú y San Petersburgo, en las joyerías y en los trenes. La atraparon en 1888, y cumplió condena en la isla de Sajalín. Se decía que quien entraba allí jamás regresaba: así ocurriría con Soñka, que murió en prisión en 1902.
Pero antes hubo un juicio. Un juicio polémico y popularísimo en su tiempo, cuando Soñka —manos de oro— evocó la historia de su vida: una memoria bien diferente a aquella que la prensa había divulgado sobre ella.
En este volumen Elizabeth Barret Browning recogió una serie de sonetos dedicados al noviazgo que mantuvo con el señor Browning. La poeta consagró sus versos al amor y nos ofreció unas palabras cuya autenticidad aun resuena en el lector contemporáneo. Este poemario es una de las cotas más altas de la poesía inglesa moderna y condensa las contradicciones que desbordaron a la autora tras el impacto amoroso. En palabras de Carlos Pujol, «La belleza de sus versos habla por sí misma, transmite una verdad que está por encima del tiempo y que nos llega como un escalofrío inquietante en el que nos reconocemos tal como somos».
¿Qué jardines felices, bien regados sus árboles, qué cálices de flores de tierno deshojarse maduran las extrañas, las exquisitas frutas del consuelo, las pródigas, halladas en el pasto de tu propia indigencia? Año tras año, te admira su sazón, la piel suave, su justa medida, que por ti ha esquivado a las aves volubles o, en el fondo, al celoso gusano. ¿Entonces es que hay árboles rondados por los ángeles, cultivo de morosos y extraños jardineros? ¿Entonces nos dan fruto y no nos pertenecen?
Las vidas de Gloria Felipe y de Nuria Valencia se entrelazan en torno al robo de una niña pequeña que conmociona a la capital mexicana en la década de 1940. Por medio de una narradora que (en sus propias palabras) «no canta mal las rancheras», somos testigos de la batalla de los Miranda Felipe por recuperar a la menor de sus integrantes y de la crianza angustiosa de los Fernández Valencia para salvar a su propia niña de un peligro potencial que la policía no ha podido frenar y los medios reportan con el tono de un thriller.
Atravesada por diversas imágenes de agua –en forma de lluvia, mar, brisa, estanque o charco– que reflejan el estado anímico de sus personajes, Soñar como sueñan los árboles ofrece una mirada crítica de los mandatos de la maternidad, y muestra también las posibilidades de rebeldía y autodeterminación que abrieron las mujeres del medio siglo para nosotras. El sentido del humor sagaz y punzante de Brenda Lozano hace imposible soltar el libro hasta llegar a sus últimas páginas.