La biografía no dice ni explica nada sobre la obra de un autor. Esta teoría que Marcel Proust defendió con vehemencia en un ensayo con el crítico Sainte-Beuve, entre otros textos bien podría ser válida, si no pensásemos que la biografía de un escritor es también todos los temas, motivos e intereses por los que se preocupó. Y en el caso del autor de A la busca del tiempo perdido esto es más que evidente. Pintura, música y literatura, temas mundanos como la moda, exposiciones y catedrales, escritores y salones parisinos... Todo forma parte de su gran ciclo novelesco, pero también como esta rotunda compilación de escritos viene a demostrar del resto de su obra y de su pensamiento. Seleccionados y traducidos por Mauro Armiño Premio Nacional de Traducción y uno de los máximos expertos sobre Proust en nuestro idioma, los textos sobre arte y literatura que Proust dedicó a autores como Baudelaire, Flaubert, Goethe o Tolstói, a la lectura y a la crítica literaria, a artistas como Rembrandt o Moreau, Saint-Saëns o John Ruskin, entre otros temas, son ensayos de alto voltaje intelectual que vienen a complementar uno de los universos más personales de la historia de la literatura.
Lila y Miguel, una pareja de trabajadores obsesionados con el dinero y la clase social, dejan atrás su cómoda vida en la gran ciudad y terminan varados en un lugar idílico frente al mar, aunque recientemente asolado por una gran sequía. Allí esperan la llegada de Antigua Padilla, una buscadora de agua de quien se dice que tiene el poder de atraer a los jaguares.
Atrapados en un tiempo sin medida, oyen hablar acerca de curanderas con pies de elefante y fuego en la boca, peces que comen ojos, hombres de dos caras, flores del sueño y leyes impuestas por fuerzas invisibles para favorecer sus oscuros intereses. No solo serán desafiados por la naturaleza y la comunidad de nativos sino también por ellos mismos y sus limitaciones, pues en ese lugar hermoso y terrible salen a la luz los aspectos más secretos e inquietantes del ser humano.
Una historia inspirada en hechos reales sobre el choque de dos mundos, sobre domadores domados y la mirada miope de los citadinos que pretenden habitar un entorno salvaje.
Director de la cinemateca de Cuba y crítico de cine en su juventud, guionista de Hollywood en su madurez, Guillermo Cabrera Infante fue un apasionado cinéfilo toda su vida. El presente estuche reúne sus tres colecciones de ensayos sobre el tema: Un oficio del siglo xx, Arcadia todas las noches y Cine o sardina. En ellas brillan su espíritu lúdico y la fina ironía, que nos ayudan a comprender el sentido, el contexto y la factura del séptimo arte. De texto en texto y de mirada en mirada, Cabrera Infante repasa la obra de Orson Welles, Alfred Hitchcock, Howard Hawks, John Huston o Vincente Minnelli, así como una plétora de películas clásicas y modernas. Si el cine es el protagonista indiscutible, el crítico-escritor no deja de darle la réplica. Del diálogo entre la pantalla y la palabra surgen textos que no solo aportan una valiosa información, sino que se disfrutan como verdaderas funciones.
'Escúchanos, Señor, desde el cielo, tu morada. Como antaño, en vano nos afanamos toda la noche…', así comienza una antigua oración de los pescadores de la isla de Man, y sus palabras resuenan como un eco a lo largo de las seis narraciones que constituyen este volumen. 'Por el canal de Panamá', lleno de alusiones a la Rima del anciano marinero de Coleridge, narra la lucha contra el naufragio moral del protagonista. Italia le inspiró 'El extraño consuelo que brinda la profesión', 'Elefanta y Coliseo' y 'El estado actual de Pompeya', que describen las andanzas de escritores por las ruinas de Roma y Pompeya. 'El barco más audaz' y 'Ginebra y vara de oro silvestre' complementan de modo inmejorable un libro concebido como 'un todo orgánico', según expresión del propio Lowry, no sólo por su común origen autobiográfico, sino por la aparición de muchos temas caros al autor y del personaje de Sigbjorn Wilderness, su atormentado alter ego.
Esta primera antología de la poesía de Simón Partal es una gran fiesta, una esperada rave en la arena, junto a la orilla, muy cerca del mar y de sus profundidades.
Ese de anoche recoge la aventura vital de un poeta que vive de cara a la vida: las sábanas tendidas en un prado abierto, un grupo de chicos que trabajan sus cuerpos en el paseo marítimo, el perro que persigue a las palomas sin intención de atraparlas, la nieve que cae sobre el campo y que exige un caminar de otra manera son algunas de las imágenes y escenarios de esta poesía orientada al milagro cercano de la existencia, versos que no explican el mundo, sino que se empapan de él. Con un fondo enigmático y sereno, la mirada de Partal es la mezcla perfecta de sabiduría y de avidez, de trascendencia y de instinto, de silencio y de hambre.
«Delicada y cruda, antigua y novísima, lírica y prosaica, esta poesía nos habla del ardor del deseo, del amor que otorga sentido y «ofrece desapego», de lo innecesario del acontecimiento, de cómo lo divino accede a manifestarse en el rojo de los tomates, y de la impotencia que a veces se esconde en las palabras. Mientras leemos estos poemas descarnados, conmovedores, sabemos ya que se quedarán por siempre a vivir con nosotros».
Una mujer combate la soledad haciendo crucigramas. Una familia acomodada se entera de que su hijo se ha hecho amigo del hijo de un narco. Un hombre sufre impotencia y acude a un inefable urólogo. Otro ve como su tranquila vida como jardinero se altera fortuitamente. Todo un pueblo es masacrado en Guatemala por un contingente del ejército al que habían convidado a un asado...
Los relatos de Ese día cayó en domingo giran en torno a cuatro temas fundamentales: la familia y el amor, la memoria —individual y colectiva—, la muerte y la vida cotidiana. Aquí están todas las claves de la narrativa del autor, considerado uno de los maestros del género en español: el humor, su preferencia por los protagonistas perdedores que encierran toda la dignidad del mundo y el compromiso irreductible con el ser humano.