En Japón, los gatos son símbolo de buena suerte y dicen que, si eres amable con ellos, algún día te devolverán el favor. Pero resulta que si, además, te portas bien con el felino adecuado, puede que este te invite a entrar a una cafetería que no es como las demás, ya que no tiene una ubicación ni un horario fijo y se muestra solo a las personas que se encuentran en un momento crucial.
Mientras los clientes de El Café de la Luna Llena disfrutan de sus deliciosos dulces, cafés y tés, un gato muy carismático lee su carta astral para así hacerles ver en qué punto han tomado el rumbo equivocado y devolverlos al camino que las estrellas tienen reservado para ellos.
Atraco a mano armada, difamación, asesinato, conspiración, sustracción de obras de arte, composición de poemas elegiacos a la muerte de Hitler. De Verlaine a Burroughs, de Norman Mailer a Hans Fallada, de Giacomo Casanova a Curzio Malaparte, muchos han sido los literatos que, a lo largo de la historia, han purgado sus ofensas y delitos en la cárcel. Y han sobrevivido para contarlo. Chester Himes o Jean Genet se pasaron buena parte de su vida en el fondo de un calabozo infecto. Otros, como el Marqués de Sade o Heinrich von Kleist, iniciaron sus carreras literarias tras los barrotes de una prisión. Incluso se han dado casos, como los de Louise Michel o Goliarda Sapienza, de escritoras que experimentaron una irónica sensación de emancipación y libertad tras entrar en presidio.
A las dos de la tarde del 8 de enero de 2007, Rosa Bazzi y Olindo Romano abandonan el pueblo lombardo de Erba en un coche patrulla de los carabinieri. Creen que la intención de los agentes es ponerlos a salvo de los periodistas que asedian su casa, pero en menos de una hora se encuentran en la prisión del Bassone. Pronto los medios de comunicación y la opinión pública los bautizan como «los monstruos de Erba», acusados de asesinar a cuatro vecinos —tres de ellos miembros de una misma familia, incluyendo un niño de dos años—, y el matrimonio se enfrenta a una condena a cadena perpetua, y a lo que a sus ojos resulta aún mucho peor: la separación.
La escritora Alessandra Carati, finalista del Premio Strega, impactada por un caso que todavía hoy conmociona a toda Italia, conoce a la presunta asesina a principios de 2019 y la visita cada semana entre julio y febrero del año siguiente. «Ahora me desahogo contigo como con el capellán», le dice Rosy.