Patrick Kenzie recibe el encargo de la conocida psiquiatra Diandra Warren de proteger a su hijo Jason, víctima de amenazas y mensajes anónimos, supuestamente por parte de la mafia irlandesa. El caso suena arriesgado, aunque sencillo: sin embargo, cierta incongruencia en los hechos parece indicar la existencia de una amenaza más profunda. La investigación se complica cuando el degradado barrio bostoniano de Dorchester, en el que Kenzie vivió su adolescencia, se convierte en escenario de asesinatos cuya singular crueldad recuerda crímenes ocurridos veinte años antes allí mismo. En el curso de una desenfrenada caza el hombre, en compañía de Angela Gennaro y su fiel Bubba Rogowski, Kenzie descubrirá que la siguiente víctima podría ser él.
Con un dominio imponente de la escritura, Dennis Lehane combina traumas infantiles, delincuencia callejera y amores tormentosos en la segunda investigación de los detectives Patrick Kenzie y Angela Gennaro. Considerado por la crítica como una de las cimas del género negro, este thriller psicológico de asesinatos en serie, adictivo y muy bien construido, es una lectura imprescindible para todos los amantes de la novela negra estadounidense.
La casa es el acontecimiento moral por excelencia. Antes de ser un artefacto arquitectónico es un artefacto psíquico que nos hace vivir mejor de lo que la naturaleza nos permitiría. Es el esfuerzo por adaptarnos a nuestro entorno y viceversa, una forma de domesticación mutua entre las cosas y las personas. Es la prolongación de lo que empezamos a hacer cuando nacemos: construir una intimidad con cuanto nos rodea. Por eso coincide con el «yo», y nos muestra que para decir «yo» necesitamos a los otros.
A partir de su experiencia en las treinta mudanzas que ha realizado a lo largo de su vida, el autor combina distintas disciplinas para analizar temas aparentemente cotidianos, como la configuración de la cocina, las camas, los pasillos e incluso los cuartos de baño, pero que, sin embargo, constituyen el telón de fondo de cuestiones fundamentales como la crianza, el sexo o los cuidados. Un heteróclito conjunto de conocimientos e historias que, con un brillante y muy personal estilo, nos orientan, en definitiva, hacia cómo ser felices, aquí y ahora, junto a los demás
¿Qué define quiénes somos? Hasta ahora, la biología nos ha dicho que eran los genes. Hoy, el destacado biólogo Alfonso Martínez Arias rompe con la tradición popular para presentar un argumento revolucionario: lo que nos define son nuestras células.
Basándose en su investigación pionera, Martínez Arias nos revela que estamos compuestos por una sinfonía de células emocionantemente compleja y en constante reorganización que sabe contar, sentir y que da forma a nuestro cuerpo. Aunque el ADN es importante, nuestros genes no explican por qué tenemos el corazón a la izquierda, por qué tenemos cinco dedos en cada extremidad, por qué los gemelos tienen huellas dactilares diferentes o por qué es posible que una madre no tenga el mismo ADN que sus hijos biológicos. En el centro de todo ello hay una nueva y poderosa concepción de la esencia de la vida: nuestras identidades se conforman por las interconexiones existentes entre las células. Estas cooperan para crear algo mayor que ellas mismas: el linaje ininterrumpido que nos conecta con el óvulo fecundado a partir del cual nos desarrollamos y con la primera célula viva de la Tierra, que nos remonta a miles de millones de años de la historia de nuestro planeta.
En Las arquitectas de la vida, Martínez Arias lleva a cabo una revisión radical del presente, así como de toda la historia de la vida, y nos propone un nuevo paradigma para entender la biología, y transforma nuestra manera de abordar las cuestiones de dónde venimos, qué nos moldea y hacia dónde vamos como individuos, como especie y como comunidad.
«Hablar de extrarradio y de periferia significa hablar de clase obrera, de bloques de ladrillo y hormigón, de toldos verdes comidos por el sol, de pisos sin ascensor y de cierto porcentaje considerable de población migrante en edad de trabajar. Aunque se conocen como barrios de clase trabajadora, también los habitan muchas personas sin empleo que se arriesgan a perder una muela por no poder empastarla».
Mientras que la literatura obrerista se ha encargado de romantizar el mono azul de trabajo y la academia feminista aboga por romper techos de cristal, las condiciones de quienes se encargan de lavar los primeros y barrer los segundos han quedado totalmente descuidadas y olvidadas. Cargadas de razones y muy cansadas de cuidar para que otras concilien, un centenar de Hijas del hormigón le han contado a la politóloga Aida dos Santos su día a día, porque la precariedad y las privaciones no siempre las recoge la estadística. Ahí donde leas «Esto a mí también me pasa» y asientas en silencio estará la prueba de que lo que te atraviesa a ti, nos limita a todas.
Estocolmo, 1901. En el Grand Hôtel todo está listo para albergar el banquete de los primeros Premios Nobel mientras la dirección mantiene una reunión de urgencia para encontrar una solución a la pésima gestión que está a punto de llevar el hotel a la bancarrota. Hasta que alguien propone el nombre de una mujer: Wilhelmina Skogh, propietaria de varios hoteles situados junto a la red ferroviaria que recorre el país. Una mujer que cree en el trabajo duro, la disciplina, la excelencia en el servicio y en la capacidad de las mujeres para ejercer responsabilidades que hasta entonces les habían estado vetadas. Wilhelmina responde a la oferta con una carta en la que plantea que el hotel debe asumir una importante y costosa renovación para poder ser rentable. La dirección acepta sus propuestas y ella se traslada a Estocolmo. Enseguida conoceremos a las mujeres que la acompañarán en su aventura: Elisabet, vieja amiga y dama de la corte que es huésped permanente del hotel; Ottilia, camarera en uno de los hoteles de Wilhelmina que sueña con trabajar en Estocolmo; Margareta, jefa del servicio de limpieza, atrapada en un matrimonio abusivo... Un grupo de mujeres que a lo largo de la novela mostrarán sus secretos, sus sueños, sus amores... y, sobre todo, la férrea amistad que las sostiene.
Una audaz y maravillosa reflexión sobre cómo algunos animales sienten el entorno y cómo su percepción abre nuevas formas de apreciar lo que nos rodea.
Richard Dawkins sugería que podemos ver el mundo de manera inusual para recuperar la sensación de estar en un mundo nuevo, y eso es lo que nos invita a hacer esta exploración de la herencia evolutiva de los sentidos. A través de trece ejemplos conoceremos un modo asombroso de captar el entorno y aprenderemos sobre nuestra propia percepción. Los seres sintientes con los que compartimos el planeta nos enseñan una forma renovada de advertir lo que nos rodea, y conociendo sus historias accederemos a una vivencia del mundo fascinante.