En las fronteras del Imperio se extiende una provincia desnuda y mineral donde el frío, la escarcha y el ritmo lento de los largos inviernos parecen adormecer a los habitantes de un pequeño pueblo.
Una mañana, el párroco es descubierto con la cabeza aplastada por una piedra. ¿Cuál fue la naturaleza del crimen? ¿Quién podía tenerle tanto rencor en una ciudad donde, hasta entonces, las comunidades religiosas habían vivido en armonía?
La investigación es confiada a Nurio, el policía que demasiado a menudo se deja llevar por sus pasiones y que desprecia a Baraj, su adjunto, un gigante distinguido con alma de poeta. Pero ¿tiene interés el Imperio en que se descubra al verdadero asesino? Cuando se abusa de los pueblos y los Estados, ¿cómo se escribe o se reescribe la Historia? ¿Y qué pueden hacer los seres humanos ante su impetuoso curso?
Primero de poeta son todos los papeles que rellené y quemé, todos los pasos que no di, las vidas que perdí. Todas las declaraciones de amor que callé, los sueños que rompí, los miedos de los que aprendí. Es mi impaciencia, mis ganas de sentir y el pánico. Es descubrir que mis miedos siempre ganan la partida. Es empujarte a irte por si te acercas demasiado. Es querer que te acerques demasiado. Primero de poeta son todos mis errores. Y mi cura.
Después de una década, decenas de miles de personas han cursado ya Primero de poeta con Patricia Benito y nadie ha salido indemne de sus lecciones, como siempre sucede con la buena poesía. Esta edición especial conmemorativa revisada por la autora recrea la historia de su escritura, su creación y su publicación a través de notas inéditas que explican el trasfondo de algunos de sus textos más icónicos.
Cansada de la estresante vida de la ciudad, Laura decide trasladarse con su pareja a una casa en Nevà, un pequeño pueblo de los Pirineos. La idea es pasar tres meses de prueba antes de atreverse a dar el gran salto y, tal vez, mudarse de forma definitiva.
Pronto se reencontrará con todo un ecosistema muy familiar y que casi había olvidado: el de su infancia en la fría tierra de Teruel rodeada del lenguaje de las flores, los árboles y las plantas, así como el de toda una estirpe de mujeres comprometidas con el amor y el conocimiento de la naturaleza que le inocularon el «furor botánico». Su bisabuela Pilar, que curaba los desánimos con azafrán y la planta de San Juan; su abuela Carmen, con la que Laura recogía la aceituna; su madre, que sigue mandándole alcoholes para friegas, y su hermana Marina, que calma las rabietas de su hija con aceites esenciales.
Entre recuerdos entretejidos con espléndidas ilustraciones, paseos por los senderos de los bosques para recoger setas, proyectos para su nueva casa y consejos para ajardinar nuestras vidas, Laura nos descubre la exuberante bondad del universo de las plantas.
Los hermanos Alfredo y Luigi son tan distintos como los árboles que su padre plantó frente a la vieja casa familiar cuando nacieron. El de Luigi, un alerce que busca la luz del sol y se agita con el viento, es duro y frágil al mismo tiempo. El de Alfredo, un abeto fuerte y resistente, es inquieto y sombrío. Después de siete años fuera, y tras la trágica muerte del padre, Alfredo regresa a Valsesia para venderle a su hermano la parte de la casa que le corresponde. Luigi, que se ha establecido como agente forestal, pretende empezar allí una nueva vida con Elisabetta y el bebé que esperan. Mientras tanto, el futuro proyecto de una estación de esquí y el animal salvaje que está asesinando a los perros de la zona amenazan la imperturbable vida del valle.
En el valle es el particular homenaje de Cognetti al Nebraska de Bruce Springsteen y a la narrativa deJack London. Con una prosa bella y despojada al servicio de una novela melancólica y a veces brutal, el autor de Las ocho montañas nos ofrece una historia de disputas familiares y desamor, y nos relata existencias frágiles marcadas por el alcohol y la violencia latente de un mundo rural alejado de cualquier bucolismo.
Hay un centro para mayores llamado Hotel Abuel. Lo frecuentan seis abuels que se juntan para pasar el rato, repiten frases e historias todo el tiempo y no se acuerdan de lo que comieron el día anterior (un kebab, por ejemplo). A pesar de tener más de sesenta y cinco años, adoptan costumbres millennials y Gen Z: hacen streams, se montan películas en su cabeza, tienen su punto gamer, adoran el chisme y, sobre todo, a pesar de su irrefrenable melancolía, desean gustar a los demás.
Si hay un hombre que todos los argentinos conocemos es el gaucho Martín Fierro. Muchos menos conocen a su autor, el señorito José Hernández, y a menudo lo que saben de él está lejos de la verdad. En estas páginas su personaje, Martín Fierro, furioso y agradecido, rencoroso y querendón, nos cuenta la vida de su creador con los mismos versos gauchescos que lo hicieron famoso. Pero esta vez Fierro no canta, cuenta:
Aquí me pongo a contar
la historia que no quisiera:
la de esa culebra artera que
por contar una historia
me se robó la memoria,
me la cambió toda entera.
Se llamaba José Hernández,
aunque también se llamaba
Pueyrredón, porque alardeaba
de ser un hombre de abajo
y era rico pa'l carajo
más que la reina de Saba.
Su familia era de aquellas
que asaltaron nuestras tierras:
pampas, ríos, bosques, sierras,
todito se lo quedaron
y así nomás lo alambraron
para dejarnos ajuera.