Cuando la gente ve fantasmas, siempre se ve primero a sí misma», afirma Stephen King, y pocas reflexiones servirían mejor que esta como moraleja de sus historias: el mundo de la fantasía está poblado por las sombras de la conciencia.
Los relatos de Pesadillas y alucinaciones II son otros tantos retazos de esas sombras, las que enturbian los límites entre el sueño y la vigilia, la realidad y el horror que subyace en lo real.
Imaginemos una niña que debe hacer un camino en busca de un padre que bebe sin coartadas. Imaginemos también una madre cuyo embarazo es ensimismamiento y hueco después del alumbramiento. Imaginemos finalmente una mujer que se diluye en una memoria entregada al amor que nunca más volverá. Socorro Venegas es una voz conmovedora, poderosa y bella, precisa. Su libro es una contracción continua para un lector agitado en medio de una infancia desubicada de niños enfermos y ciegos, niños aislados, niños que no son niños. Un vaivén a lo largo de una maternidad negada desde su gestación, de una maternidad que no lo es. Un viaje dentro de una memoria, perdida y lejana, de aquello que una vez fue lo más deseado. Un libro desgarrador, infinito, que nos habla de la música de la soledad, de la risa de la infancia acosada o de la huida de una madre que escapa dejando una cuna durante cualquier noche.
Todos los poemas me salen amarillos», escribe Marta Sanz en uno de los versos de este libro. Y es que el amarillo es, aquí, un color último, definitivo, de una acidez que se identifica con un nervioso sentido del humor. Funciona al mismo tiempo como origen y como frontera de todas las cosas que suceden en esta vida: el filo preciso entre la claridad y la tiniebla. Porque estos poemas nacen del fulgor de un destello, y con amarillenta calidez se dirigen a un futuro que languidece; pero no tienen miedo, porque han comprendido que toda luz que brilla es siempre devorada, que todo lo que ilumina es a su vez consumido.
Los versos se extienden como un delicado manto sobre el paisaje de lo cotidiano, cruzan las carreteras de una geografía íntima atravesada por la enfermedad, el deseo, la memoria, el final. El cuerpo se convierte en una elegía del paso del tiempo, un encefalograma en el que se registra cada marca, cada afrenta. Amarilla es, por encima de todo, una política de lo íntimo y una intimidad al descubierto, lanzada al mundo.
¿Qué tiene que ver la literatura con los principios de la termodinámica y el concepto de entropía planteados por Rudolf Clausius en 1865?
La concepción y el estudio de la literatura suelen remitir a un sistema cerrado y estable. Eso era comprensible en el siglo XIX, pero ya no. Hoy, el estudio de la literatura entendido como exégesis textual y vidas de santos no sirve para explicar cómo y por qué sigue siendo una actividad social y cultural significativa.
Literatura, lengua y lugar se pregunta, aplicando los principios de la termodinámica, qué pasa en la confluencia de estos tres elementos en un mundo acelerado y cambiante.
Escritas en griego por un emperador romano e intelectual que no tenía intención alguna de publicarlas, estas píldoras de sabiduría práctica, repletas de encanto y expresividad, han sido consultadas y admiradas por estadistas, pensadores y lectores de a pie durante casi dos mil años. Aunque Marco Aurelio los compuso para comprenderse a sí mismo y dar sentido a su vida, estos ejercicios espirituales trascendieron ese fin y se consideran una de las más grandes obras de la historia de la filosofía. Pero, además, esta lectura enormemente placentera nos ayudará a consolidar nuestra fortaleza interior y a protegernos del desorden de nuestras pasiones y de los peligros de nuestros errores.
Han pasado cinco años desde que el doctor Starks acabó con la pesadilla que casi le cuesta la vida y que arrasó con todo lo que había sido hasta entonces, descubriéndole las facetas más oscuras del alma humana, también la suya.
Desde entonces, ha logrado reconstruir su vida profesional y vuelve a ejercer de psicoanalista instalado en Miami y atendiendo a adolescentes con graves problemas psicológicos y también a pacientes adinerados de la sociedad de Florida.
Sin embargo, una noche, cuando entra en su consulta, descubre tumbado en el diván a aquel al que había dado por muerto: Rumplestilskin ha vuelto y esta vez no busca acabar con él sino solicitar su ayuda. Por supuesto, no va a aceptar un no por respuesta.