Cuando estar enamorada significa sufrir, es que estamos amando demasiado. Cuando la mayoría de nuestras conversaciones con amigas íntimas son acerca de él, de sus problemas, ideas, acciones y sentimientos, cuando casi todas nuestras frases comienzan con "él...", es que estamos amando demasiado. Cuando disculpamos su mal humor, su indiferencia y sus desaires e intentamos justificarlo o incluso convertirnos en su terapeuta, es que estamos amando demasiado.
Gijón, verano de 1929. Con apenas diecisiete años, Manuela entra a trabajar como criada en la mansión de los marqueses de Armayor. Rodeada de un lujo que contrasta con la pobreza de su aldea natal, la joven conocerá la arrogancia y el desamor, pero también el arte de la costura, al tiempo que entablará una amistad inquebrantable con la única heredera de la familia, Alexandra.
Años después, y pese a pertenecer a mundos muy distintos, su amiga será su mayor apoyo cuando la Guerra Civil obligue a Manuela a separarse de su hija Telva, enviada a Rusia junto con otros niños de la zona republicana, y también cuando intente recuperarla décadas más tarde, aunque para ello deba arriesgarlo todo.
Tras su precipitado matrimonio con Octave de Fonneuve, Aldara, refugiada de la Guerra Civil, llega al Domaine de Clair de Lune, una imponente bodega de Borgoña. Cuando estalla la guerra en Francia, su marido cae prisionero y la deja sola frente a los recelos de su suegro, el acoso de su cuñado y la ocupación alemana. Con todo en contra, su amor y su lealtad hacia Octave la llevarán a tomar las riendas de un negocio amenazado por la rapiña nazi. Sin embargo, su determinación será puesta a prueba cuando aparezcan dos hombres: un teniente alemán, que se aloja en la mansión, y un piloto aliado caído, al que esconde de la Gestapo.